DERLIS, RUBÉN
A LOS POETAS PUROS
No sirven los versitos a la luna
cuando están estaqueando a la Patria.
No es lícito cantarle al propio ombligo
mientras buitres foráneos y caranchos autóctonos
a picotazo y garra celebran su festín.
En tanto el poeta puro, mirando hacia otro lado,
cree que esto no le incumbe,
porque él debe seguir
buscando la palabra inconsútil,
etérea,
prístinamente alada
de “verdad metafísica”, que lo hará trascender.
¿Es acaso ignorante de la diaria injusticia,
del que muerde la nada como si fuera un pan?
¿Desconoce que hay pocos que viven de los muchos,
que su opulencia y boato es dolor de los más? Nuestro poeta puro lo sabe —no le importa—
pues arrastra sus huesos entre tantos demás;
adjudica al destino lo que le pasa a otros,
y cubre sus miserias de individualidad.
¿Por qué no pone fuego en su poesía
y que las muchedumbres la vengan a templar?
¿Por qué no dice claro, con precisas palabras,
y al abismo de sombras tira su oscuridad?
Porque el poeta puro se siente “el elegido”,
el tocado por Dios,
el que debe salvar la esencia de lo bello,
la belleza esencial,
que es una copa helénica plena de eternidad.
Travestirá palabras, que no digan ni alerten,
apenas que sugieran lo intangible,
que esotéricas se abran
sólo a los que posean la llave liminar.
Por eso pontifica muy ufano y orondo
que la Poesía
elige a aquellos a quienes debe llegar.
¡Qué lejos está nuestro metafísico poeta
de la poesía original!
¡Qué insignificante se lo ve a nuestro poeta
entre los poetas de verdad!
El poeta puro es un montón de escombros,
de palabras vacías
sin tiempo ni lugar. No le faltan alas para emprender el vuelo,
pero como nunca caminó junto a los hombres
jamás podrá volar.
A RUBÉN CHIHADE
Justo vos, sin apuro para nada
—menos para junta esperas inservibles—
cerraste la vida de un portazo,
abriste el espejo a la nada
para mirarte ayer desde otro espacio.
La cosa no era así; te tomarías tu tiempo.
¿O no lo habíamos hablado?
Dueño de todos los permisos
te pegaste el faltazo a vos mismo,
desacompañaste a tu sombra.
Volvé a ser vos: desapurate.
¿Cuál es la urgencia?
El vacío no es más que espera acumulada.
Ahora ya lo sabés. Pegá la vuelta;
vení a desenviudarme la alegría.
Dale Rubén, un año es suficiente
para estar escondido en ningún lado.
Me corro hacia un costado de la vida,
le doy espaldas a las sombras
y en la pared de mi extrañeza cantame piedra libre.
Sacudite del alma la eternidad vacía,
sacate este silencio que no es de tu medida,
que no logro entenderte y me aprieta el no estás; vestite de aquí estoy,
ponete un vino,
hablemos de los amores desprolijos
y de la prolijidad de los recuerdos,
de los 60 sin renunciamientos,
de “Bar-Lap” de la mesa acogedora,
los Martes de Poesía,
el Grupo de los Siete,
y el poema,
que aún después de escrito espina y duele.
Antes de apagar los asombros, como nos sucedía,
armemos algún plan irrealizable:
¿quién dice que tal vez no sea posible?
AUSCHWITZ
un tiempo de demencia dejó duras señales
altas llamas de incendio que mordieron como ácido las antiguas
culturas
el calcinado hueso ario de los que se negaron a aprender de la historia
la llaga abierta en la hora brutal
la cifra del horror en las muñecas
de ese entonces amargo de oscuro humo y opaca realidad
quedó para recuerdo vergonzoso del hombre la ceniza final de
los campos de auschwitz
porque allí cada mañana
cuando el frío mellaba los dientes enterrados
desgarraba alaridos contra filosas púas
rompía inviernos de escarcha y cruel acero
el alba veía nacer entre la niebla caída por la noche sobre
las alambradas
una espesa humareda que crecía sobrepasando todo límite
hasta invadir el territorio de la desesperación o la locura
la agonía se había arrojado sobre la multitud erizada de espanto
asfixiando la vida
cuanto quedaba eran cosas vacías
miles de anteojos ciegos
anónimos cabellos
uniformes sin nadie
todo deshabitado pero tibio aún como la mano que rasgó las piedras que silenciaron el grito último
desesperado
como la sangre que corría por las uñas.
(De Con humana voz, 1970)
CONTESTO ALGUNAS COSAS
Cantar no puede cierto valer
si el corazón no mueve el canto.
Bernart de Ventadorn
¿qué cómo me hice amigo del sol
dije vamos fanático de luz
me extravertí poesía?
el día que el amor me ganó para siempre
y acepté que la belleza es subversiva.
CONTRA EL ÓXIDO
No podrán engañarme con su posmodernismo trasnochado
vacío de todo contenido
ni con la falacia de sus discursos huecos
mal armados con frases sacadas de contexto.
No podrán atraparme en su telaraña reaccionaria;
no caminé la vida mirándome el ombligo
ni la poesía ni el arte me aislaron de los hombres,
más bien en ellos naufragué mis fracasos
y volví a la marea del tiempo
con un viento de esperanza en el velamen.
No podrán embaucarme: aún tengo ideología.
Y si algunos arriaron su bandera y otros se apartaron del camino
porque es de jóvenes revolucionar la vida
y en su adultez optaron por los análisis complacientes de los
politólogos de turno,
yo insisto en mi locura: otro hombre y otro mundo son posibles.
Hay que cambiar los métodos,
buscar un nuevo enfoque,
mirar desde otro ángulo,
golpear de otra manera,
pero siempre con la misma herramienta con la que forjamos una
ética para darle un sentido y conducta a la vida.
No podrán sobornarme: creo en mi ideología.
Atrás quedaron los `60 aguerridos, sus tumultuosos días
de un Cordobazo autóctono y un Vietnam vuelto ejemplo;
ahora debemos reactivar la memoria, estar atentos.
(Al parecer, la Historia es muy proclive a repetir errores
cuando los hombres olvidan a sus víctimas.)
No dejarse confundir por los falsos profetas de la muerte de las
utopías,
los mismos que aceitan la letal maquinaria de un sistema bien
organizado
—con cantos de sirenas para hechizar incautos—
que intentará, a su tiempo, cubrir de duelo hasta donde alcance;
¡ojo! Los confundidos,
los que se creen a salvo,
los cómplices pasivos por mirar al costado
y hasta los que transaron por las sobras de los poderosos.
En cuanto a mí —aun entre contradicciones—
estaré, si es que me da el aliento,
hasta perderlo todo, menos la ideología.
(De Cosas por su nombre, 2008)
GORRIÓN DE SEMÁFORO
Con luz verde de apuro
limpia los parabrisas
de los mismos que ensucian su vida.
La moneda indiferente,
el gesto hosco,
son parte de la paga.
A este chico le extraviaron el niño,
le perdieron la infancia;
enmascara con sonrisas prestadas
la realidad que pisotea su lágrima.
A este pibe sin lápiz,
ausente en los recreos,
le condenaron todos los posibles,
menos el de su nada.
Cuando el vidrio refleja su pena
tiene ganas de matarse los ojos;
qué no daría por morder su desgracia.
Pero esto dura el tiempo del semáforo.
La luz roja lo tira a la vereda
hasta el próximo verde sin futuro.
LA CASA DEL POETA
Mi casa tiene luz para el amigo,
paz para el hermano,
lo que no tengan estas cuatro paredes
hay que decirlo, es necesario
para saber qué falta y construirlo,
así tendremos lo imprescindible,
ese mínimo nuestro
que no tenemos que pedir prestado. En esta casa te pertenece
desde mi pan hasta el abecedario;
la puerta de par en par a todos,
los enemigos tal vez derribándola logren entrar,
y no es seguro que puedan llevarse
el aliento, la voz,
este pequeño y grande amor que guardo.
La casa del poeta es la casa del hombre.
Todo el sol que le ves fue puesto por mis manos.
LEGADO
La poesía es el vino del diablo.
San Agustín
Hay demasiada poesía inofensiva,
un exceso de palabra cáscara,
de versitos chatarra.
Falacias en líneas desparejas,
claves del círculo cerrado,
delectación de grupos áureos.
En tanto los que pudrieron el siglo ya muerto
se aprestan a infectar el que comienza.
Por cada hombre que grita, cien cayeron.
El cambio que no fue merece un nuevo intento.
La voz del poeta debe empujar con todos,
vibrar enraizada en su tiempo.
Despierte la poesía como espada,
piedra filosa,
dientes en el alma.
LEGADO
Voltear un árbol no significa haber talado el bosque,
quemar la copa no es matar la raíz;
el viejo tronco cae a tierra con su historia
pero los retoños han hecho suya la esperanza.
Las utopías reverdecen con nuevas fuerzas,
señalan con sus ramas jóvenes de futuro a los traidores de la humanidad
que pretenden extender por decreto
el certificado de defunción de las ideologías.
ORDENAR LA VIDA
hay que ordenar la vida
poner cada grito en su lugar
preparar cada vértebra para el momento próximo
sacudirse el ayer de los ojos
desocupar el corazón de todo lo pequeño
hacer lugar a lo más grande
arrojar por la borda la escoria que nos queda
construir de inmediato lo que sabemos necesario
limpiarnos del día que pasó sin vagas añoranzas
pensando que la vida que estamos ordenando
comienza a cada instante.
(De Ordenar la vida, 1968)
PARA JUANCITO CAMINADOR
a R. G. T.
(In Memoriam)
Raúl: caminé largas tardes por su querido Montparnasse
buscando el café en cuya mesa escribió ese poema.
Recorrí los lugares
donde aun lejos de la patria siempre fue argentino,
y su juventud tenía los bolsillos vacíos de monedas
pero el corazón tintineante de alegría.
Cuando lo conocí en su casa que estremecían los trenes,
se había hecho ya ese “cinturón bravío
de rutas inverosímiles, como Alain Gerbault”
para que Blanca Luz viniera a amarlo.
No volveré a esas calles
a buscar un sitio que tal vez ya no existe,
porque muchas cosas se fueron con usted
a vivir en la poesía sin necesidad del aire,
cuando partió con su valija trashumante
en la que puso el corazón de sus amigos,
su veleta,
su barco en la botella,
y ese poema
escrito sobre una mesa de Montparnasse.
SIEMPRE PRESENTE
recorrer la luz con alegría
proseguir el camino por el que se avanzó
reconocerse en los amigos
que la poesía y el amor nos acompañen
detenerse es morir y la vida te apura
hay que dejar que el sol nos violente la sangre.
(De Siempre presente y otros poemas, 1974)
VIEJOS RECUERDOS
Tengo más cajas repletas de momentos sin vida
que lugar donde archivarlas;
por eso algunos recuerdos
andan desparramados por el hoy;
a veces, al tocar cosas vivas,
no puedo evitar sus cuerpos fríos.
Necesitaría un rincón más amplio,
hacerme de más sitio
para guardar entonces,
casi olvidos, muertos instantes,
pedacitos de alegrías que fueron.
Pensándolo bien,
sería más sano tirar todas las cajas.
(De Sin cable a tierra, 2005)
VIVIR
¿Siempre permanecer, sin arriesgar,
cuando lo imprescindible se nos muere
y apenas si es un grito en la garganta?
Que eche a volar el pájaro cautivo
que quién no lleva adentro y ve sus alas,
y haga saltar a hombre los cerrojos
consciente de saber que no hay quien lo haga.
La opción no admite dudas:
o libertar la vida u olvidarla.
(De La casa del poeta, 1977)
ZAPATOS
Estos zapatos no quieren seguir más,
se quedan en París.
Caminamos, pateamos piedritas,
anduvimos los anchos bulevares,
subimos las escaleras de Montmartre,
nos emocionamos juntos.
Alguna vez lucieron como espejos,
pero el polvo callejero les otorgó otro brillo.
Los dejo aquí,
con la misma ternura que los pintó Van Gogh.
Los maté de vida.
Han muerto de camino.
Tendría que enterrarlos.
(De Boulevard Voltaire, 1981)