GONZÁLEZ ARRILI, ZORAIDA
ABRIR PARA QUE LAS HOJAS AMARILLAS DE LOS PLÁTANOS
Abrir para que las hojas amarillas de los plátanos
entren en la casa.
Abrir para que los gorriones coman panes secos
en el umbral.
Abrir que el jazmín florece.
Se necesita tiempo
para que el coraje corte el silencio.
Todo tiene olvido.
Todo mastica un amargo bocado de abandono.
Hace años.
Una profunda arruga cruza la pared.
Todo tiene sed.
Todo está sitiado por la quietud.
ASPIRAR A CUBRIRSE
Aspirar a cubrirse de carbones ardientes en verdes pupilas.
Aspirar a separarse de nostalgias danzantes entre el hambre y
la codicia.
Aspirar a bañarse de silencios para lavar los venenos.
Aspirar a defenderse del otro, caníbal hermano.
Aspirar a preguntar lo que callamos ofendidos.
Aspirar, aspirar a legalizar la vida.
EDIPO
Se cubrió la tierra de negrura cuando volviste
a tu olvidada madre.
Fuegos de maldad ardieron en hogueras fecundas,
eran
las ciudades borrachas de impurezas y
hondas amenazas.
Las fieles palabras no tuvieron respuestas
y en el tiempo vibraron las leyendas
desencadenando a las bestias en el mercado.
Lo divino no tocó a quien no lo era. Bajo el peso de lo brutal necesitaste
una encrucijada.
Apariencias, falsedades, errores
arroparon tu realidad.
Temores por hacer el bien o la ignorancia
cerraron las puertas.
Vacilaste en la acción, te asustaron las palabras.
Incendiado te cubriste de humo
para reconocer lo puro,
hurgaste en el infierno amenazante,
en la horrible vulgaridad viril
fuerzas del juego esencial
de los instintos y las fuerzas.
Llegó por sí sola la esparcida sangre
aunque se cubriera el cielo de silencio.
Fuiste un día como un dios.
En qué horrendas desgracias has caído.
Ya más no te hace falta.
¿Cuál es la índole del mal?
Asesino del hombre
cuyo asesino buscas.
Escombros tercos, que pelean
entre ladrillos y huesos.
El viento los desgasta contra la enloquecida
fuerza del quedar. Ya la sangre seca empuja hacia delante,
hacia ningún sitio,
hacia un vacío de ausencias,
hacia lo obligado, lo no dado.
Sin tierra, ni cobijo
donde posar los miserables restos.
Algún día � algún día …,
crujirá la negra reja,
cruzará el damero embaldosado
se abrirá la puerta de madera.
Se quitará el tableado delantal blanco.
Sobre la oval mesa de roble,
el mantel, los platos, los cubiertos
las sillas donde cada uno
ocupará su estable lugar.
La envolverá un olor a comida gustosa,
dará besos y dirá:
�Hola mamá, no me llamaron y sabía todo.
Y se volverá silencio un:
A lavarse las manos.
EL HAMBRE
El hambre carcome tus vísceras y el agua sucia que bebes
sedienta, te hace drenar como fuente oxidada para que tu vida
huya del horror.
No hay dolor que no agotes
apagada antes del mediodía como el destino de los mancebos
míticos.
Aún, hoy, están desencadenadas las bestias.
Corren nuevos vientos por árboles ajenos pero tu dolor late
cubierto por un pequeño espejo.
Está tu ventana abierta, veo el campanario, he quedado en
un ángulo de la pieza y pasa la cadena humana que viene a
buscarte, me encojo, por un breve tiempo nadie me empuja.
Ahora y aquí está lo que falta, lo que vine a conocer, no tu
palabra íntima, no lo que me enseñaste.
Queda el culpable exilio y el ayer no vivido
queda el silencio velado que se oculta y la ilusión que te
recuerda, perdida. La penumbra de tu cuerpo no da sombra.
El verdugo no tiene cara, solo garras con sangre coagulada
entre sus uñas.
Arden en la hoguera los otros.
Has estado donde nada existe.
Fuiste idólatra de Norma Shérrer, has soñado con el culpable
día no venido, has mamado veneno ante el crujir de la vieja
escalera, te has dormido con el rumor de la rata que roe
y con el miedo, que teje rápido su tela envolvente.
Estuviste en la frontera de un hombre.
No sabes ya donde has estado.
EL RECUERDO ESTÁ AGAZAPADO TRAS LA RISA
El recuerdo está agazapado tras la risa.
No hay que recordar.
Todo lleva a nunca hallar.
El viento explora sombras y vacíos
con su bramido suben las olas de miedos
y desde el abandono bajan pulmones oxidados.
Qué el viento sople y arranque los libros del tiempo.
Qué sople y una gran chispa desgarre los escondidos cantos.
Qué sople y haga saltar las chispas de la memoria osada.
Qué sople y arrastre la pesada cadena del silencio.
Y se envuelva en las huellas de los jazmines al anochecer.
EL TIEMPO BORRA AL TIEMPO
El tiempo borra al tiempo
y deja en el aire una esperanza quebrada. Los recuerdos se apoyan sobre los abiertos brazos,
en el sueño o en el silencio que acecha a la muerte.
Y las pérdidas arrodilladas,
y el dolor acostumbrado a su docilidad
se acercan lentamente melancólicos y mudos.
Todos hemos asesinado, alguna vez, unas bocas
inundadas por palabras que movieron ansiedades.
ENCONTRAR A UNA MUJER EN UNA ISLA
Encontrar a una mujer en una isla.
Abrir la ventana y todas las puertas.
Empujar las rotas nieblas hacia el mar.
Saber que alguien la puso en ese día.
ENREDADOS EN LOS CASCOS DE LA NADA
Enredados en los cascos de la nada
galopa el caballo entre un mar
de ocasos y de olvidos.
Blanquea su boca
entre el metal que muerde
la fría correa.
Se espuma la tarde en el relincho
que muere junto al paredón.
Jadean a la par, la infamia y los miedos,
y en la claridad cabecean, piafan, encarcean
sobre los ijares calientes.
El cuero llora sobre los llovidos lomos.
Navego, vuelo, correteo, grito.
Mi vivir y mi morir fatigo
en la fuga sudorosa. Enredado en los cascos de la nada
galopa el caballo entre un mar
de ocasos y de olvidos.
HACER VISIBLES LAS COSAS
Hacer visibles las cosas.
La piedra está en la roca,
la madera está en la puerta
el color, en un cuadro de Monet,
el sonido, en una cuerda herida
la voz en la palabra dicha.
¿Y dónde estoy yo?
Tiempo es de hallarme,
pongo a la muerte en guardia.
HAY QUE LIMPIAR LOS CAJONES
Hay que limpiar los cajones
de cosas inútiles.
Hay que buscar los libros
que se ocultan, volver a ver sus lomos,
tirar los papeles guardados en ellos. Acariciar con nostalgia los libros sin leer
y con placer los leídos.
Hay que tirar todas las cicatrices
que se han acumulado en la casa,
todo lo sucio, lo descuidado, los odios,
los amores vencidos, las sillas desarmadas,
los baldes sin asas, los rencores guardados.
Hay que armar pocas valijas.
Preparar una sábana blanca, olorosa, antigua
y el pasaporte, para pasar el molinete rápido.
Hay que dejar todo pactado:
la ropa limpia, la tierra abonada,
el limonero fumigado,
peinados los gatos, limadas sus uñas,
limpios sus ojos enigmáticos
y rozados suavemente sus arqueados lomos.
Hay que abandonar la luz sin despedidas
ya en un tiempo temblorosa, único testigo,
único cómplice de la afrenta callada.
Hay que dejar la casa aseada.
POR SU CLARA TRANSPARENCIA EL AGUA HABLA
Por su clara transparencia el agua habla.
Por su negra eternidad la tierra entierra.
Por su oscura transparencia el canto horada.
PORQUE NO ESTÁ LA MANO EN MI MANO
Porque no está la mano en mi mano,
ni en mi libro los ojos de mis sueños,
ni en mi boca la música de mi vida.
Nada hay que retenga a esta pasajera
que sobre la húmeda tierra retiene la nada.
PORT BOU
Cuando la tierra enrojecía, el viento del mar y de la montaña
te arrojó a Port Bou.
Habías llegado.
“Es comprensible que una persona se canse
y busque refugio en la muerte”. A lo lejos, la infancia.
Tu vida, un espacio marcado como un mapa.
Recuerda rechazos, las cálidas emociones,
las nefastas premoniciones y los fracasos.
Derrumbado el tiempo
con la memoria, “escenificación del pasado”.
Construiste una tregua de momentos y continuidades,
y en tu valija guardaste tus hábitos como ruinas.
“Es comprensible que una persona se canse
y busque refugio en la muerte”.
El tiempo ahoga,
la lentitud extiende posibilidades, sombrías distancias,
callejones, encrucijadas, “calles de una sola mano”.
Entrar a tu vida es entender tu tipografía vital y perderse en ella.
Tus habitaciones encierran seres, libros, tu más persistente pasión,
pequeños juguetes,
tu escritura mínima y apretada, portátil.
Forma ideal de poseer cosas y vagabundear con ellas;
siempre en camino,
cargado de heridas y pasiones.
Lo pequeño es emoción infantil,
surrealista. No hay inocencia
hay inmersión y concentración total.
Ritmo saturniano. La sangre de las palabras a través de las venas
hasta la remota médula. Sabes, que no podrás responder al
poder desesperado del mundo.
Eres una multitud de excluidos,
destructor de interioridades vanas, de nociones consoladoras y
frases vacías.
“Es comprensible que una persona se canse
y busque refugio en la muerte”.
Nada quedó. Ni tu valija, ni los últimos manuscritos,
ni tu trajinado cuerpo.
Sabemos que nutres la tierra española.
Te salvaste de la decadencia, de lo demoníaco
de lo fantasmal y del vulgar desorden del sufrimiento.
“Es natural que una persona se canse
y busque refugio en la muerte”.
Judío. Judi. Giudice. Judie. Judío
1892 Berlín-Haubinda-Berlín-Friburgo-Suiza- Berna-Berlín-
Francfort-Berlín-Munich- Berlín- Capri-París- Moscú- Ibiza-
Niza- París- Berlín-Dinamarca- París— Ibiza-París-San Remo-
Clos-Saint-Joseph de Nevers-París-Lourdes-Marsella- Banyuls-
Los Pirineos- Port Bou-
Morfina, 26 de septiembre de 1940
QUETZAL
Cetrina, de caderas anchas,
manos fuertes de cosechar dolores
y fatigar engaños.
María,
hoy, borda su mágica eternidad
con el plumaje erizado de su agria memoria.
Borda y todos los colores,
todos los cantos mamados,
todas las afrentas sufridas danzan en sus manos.
Madejas de hilos rojos, verdes,
azules, amarillos,
se incrustan dolientes
en el entramado áspero y rojo.
En cada puntada, una puñalada. Con esas manos limpias de muertos,
de siempre apretar secretos,
de fatigar esperanzas,
de narrar mágicas eternidades,
de vigilar sofocados dolores
que llevan hacia el cielo la aguja,
estilete que graba sus memorias.
María, hoy borda mi destino,
de americana turbada,
sobre la áspera tela roja.
Mientras sus ojos bailan entre los hilos,
mientras yo acuno mi espanto
mientras desgarradas cenizas óseas abonan a María.
RESPONSO
Hay un silencio necesario
para iniciar la partida.
Comenzamos en el vacío
como un círculo borrado en el agua.
En el fondo te espera el tordillo
caídas las riendas.
Yaces en el suelo,
sangra tu infantil nariz.
Te levantas.
Los niños del ayer
te miramos,
montas el tordillo,
llevas los estribos calzados
y vibramos con tu agudo silbido.Los dos se alejan entre la garúa
vas hacia el fuego
crujen los engranajes
abrimos el portón.
Te amortajas con el galopar
y las crines de la nada.
¿Hacia qué abierto espacio,
hacia qué aleteo de presencias,
hacia qué remolino de ausencias vas?
Sólo es digno este silencio.
La mujer con su hondura
entró en tu desnudez hasta tus íntimas raíces.
Naciste y moriste en la crueldad.
Hembras siempre junto a tu oleaje.
YA NO TENDRÁS
Ya no tendrás el alto honor de naufragar
ni cuajarán en sangre negra tus heridas de combate
ni mujeres efímeras, estériles, cenicientas te acunarán
ni habrá perro que te reconozca
ni habrá entretejido que concluir
ni habrá arco que templar
ni Circe que te proteja de las Sirenas
ni quillas de barcos fondeados en la playa
ni buitres saboreando tus deseadas entrañas
ni vino de resina en copa de metal lustrado
ni oráculos de las tinieblas que auguren tu fin
ni higos goteando entre la negra piel su dulce sabor ni olivos de troncos añejos meciendo los soles
ni laureles olorosos cuando el viento los peina
ni planes de fuga para escapar de cárceles amorosas
ni el corazón guerrero cansado de sangrar al enemigo
ni el lenguaje antiguo y perfecto de tu reino
ni ruegos nostálgicos a la antigua sangre inmemorial
ni el silencio diáfano en la amplitud de tu mar ilimitado
porque no alcanzarás tu pedregosa Ítaca
ya no hay refugio en el trapecio de tu vida
nada es tuyo.