ESTRELLA, MARÍA DEL MAR
CÍRCULO DE FUEGO

Insomne cazador, eres la presa
que levanta su antorcha de erotismo
engendrando la fiebre de la muerte pequeña
la más dulce.
Al son de la osadía danza el lúbrico fauno
sobre un lecho
donde yacen los sátiros con su orgía de náyades
mientras la sed de la lujuria roza
aquel tambor donde golpeaban galaxias y mareas.
Majestuoso animal, tierno centauro
deslumbrante:
no hay cepo que contenga su voluptuosidad,
miedo que anule el profano ritual
donde los cuerpos crean exorcizados laberintos.
Allí donde se escuche su llamado
acudirá la sangre para fundar idolatrías milagrerías que ejecuten
el círculo de fuego.
El mar en llamas
De Fuegos Ceremoniales

COPA DE SOMBRA

Yo soy aquel heraldo que bebe infiel cicuta
en la copa de sombra del destino el aullador errante de un llanto en sangre viva.
El que nació ese día que Dios estuvo enfermo
y cuya humillación fue travesía
de inmolado abandono
crucificado en un desierto de insepultos.
Habito el desamparo de ser sólo intemperie.
Yo soy el mensajero de una estirpe
que agoniza sin doblar su rodilla
velando tanta muerte hermética y tirana
absurda y triste.
Proclamo mi condena con los ojos abiertos
sentenciado a culpa de nacer.
A duro grito.
Vulnerado festín de rosas negras.
Que vengan los apóstatas a cobijar mi ausencia
y esparzan mis harapos en el viento.
Y que mi madre Trilce —la impiadosa—
me acune entre sus pechos funerarios.
No habrá más cacería.

EROS Y THÁNATOS

I
Ilusión y verdad. Dicha y crespones.
Cara y cruz de un latido que es espejo.
Ya prepara la sombra su cortejo
de ofrendas que alzan lágrimas y dones.
Todo está aquí, las faltas, los perdones,
el exceso de ardor y ese complejo
ser y no ser que turba tu entrecejo
(única certidumbre que dispones).
Esta es la vida que será entregada
por aquellos mendigos del ocaso
que sueñan redimir la madrugada.
Los que en la ceremonia del fracaso
parten su corazón en rebanada
y desangran su fe vaso por vaso.

ES DE NOCHE, EL MAR ME BUSCARÁ BAJO LAS PIEDRAS

Tu fuiste mi vencedora
por el amor y por la tierra.
Extravagario

Es de noche, el mar me buscará bajo las piedras
cansadas de la isla
y te herirá mi nombre sin regreso.
Las gaviotas que dije tomado a tu cintura
te llenarán los ojos de huevos y de nidos.

Nada fue más hermoso que aferrarte a mi boca.
Nada fue más humano que caminar la vida
con tu pequeño corazón latiendo
junto al fragor más negro de mi tinta.

Ahora, que estoy solo de voces y de miedos
y una gris telaraña me teje las pupilas,
ahora yo te invoco, desnudo, en las estrellas
para partir la noche y que bebas conmigo.
Cuídame, compañera, estar solo es ser niño.

Cada caricia tuya es un poema inédito
que habré de regalarte en las mañanas
cuando la mariposa frágil de tu llanto suba o baje
a buscarme.
Y cuando el hombre de carbón azote
su pico en las entrañas minerales
y cepos de petróleo engrillen el vuelo de mi patria.
Cuando el niño más roto se te acerque
para nombrar mi condición de padre
y las fronteras caigan bajo el filo rebelde del arado:

comprenderás, mujer, que no me he ido,
que en tu sábana estoy bajo la siesta
para hacerle el amor a tu silencio
y comenzar la cuarta residencia.

HEREDAD DE LA GRACIA

Cada cual con su herencia de despojo
sus falsos heroísmos
sosteniendo su puñado de alquimia
para honrar el legado de la antorcha
que deberemos entregar a quien habrá de
superarnos.
Cada cual con su historia de caídas
sus penas capitales
y el mismo juramento:
devolverle a la vida lo vivido.
Agradecer la gracia.

HIJO MAYOR

En pecado inmortal, en vergonzosa
compulsión a la ofensa de la envidia
no perdono ni olvido (daño inútil);
veneno de dolor que esculpe el crimen
(esa nefanda cruz de la desgracia
que no se sacia de hostigada fiebre).
Tras cacería de humillado llanto
vela, devotamente, la amargura.
Para qué. Hacia quién. Aciago gesto
enturbia el corazón. No existe indulto.
Ser heredero es siempre peligroso.
En muerte viva, en ulcerada pena
se escurre gota a gota la insondable
la pavorosa voz del no elegido.

HIJO MENOR

En noche fui. En pérdida conciente
de todo lo gozado y lo gozoso
en lúcida embriaguez apasionada
celebrando el cortejo de la vida.
Yo fui quien reclamó sus heredades
y dispersó su don perecedero
un esclavo animal de libre aullido
predestinado a humana paradoja.
En noche, sí, en pródiga costumbre
de responder a casta de imposibles
para llegar al ser de lo profundo.
A los brazos del padre. A su clemencia.
A ese amor que quisimos por abrazo
sobre toda condena y toda culpa.

INVOCACIÓN

Un día un hijo de los hijos saltará los escombros,
levantará la piedra, escuchará el llamado.
Un día, un hijo de los hijos de los hijos roturará el
olvido cosechando fugacidad en permanencia
respondiendo a las voces que lo nombran.
Ese día preguntas sin respuesta harán centro en el
centro de un eterno retorno.
Y la piedra retoñará en llamado.

INVOCACIÓN

a Octavio Paz y Juan Rulfo
Yo fui la voz salvaje de la piedra
levantada en el agua.
Me recuerdan antiguas cicatrices.
Tenochtitlán sagrada.
El dios Quetzalcóatl alzó su brazo
de serpiente emplumada
y sembró sobre mí sus bendiciones
Tenochtitlán sagrada.
Con lágrimas de oro pagué el precio.
Mi corazón de plata
fue desangrado por centauros blancos
y por cruces avaras.
Enemigo cortés me hirió de muerte
y se apagó mi raza
del vientre de Malinche salió un ruego:
América se llama. Ya no canta la piedra el sortilegio
y hay silencio en mi alma.
Pero el grito del viento sobrevive
en el plumón de un ala.

LA VIDA NECESARIA

Hay mujeres que tienen la costumbre de mirar a los ojos
la sincera costumbre de mirarnos el alma de una vez
y para siempre
hay mujeres que siempre nos encuentran en el momento
/ justo,
al borde mismo de la desolación o del fracaso
y con una palabra, una sonrisa, un mínimo silencio
me fecundan.
Hay mujeres de luz, de pura raza, de alimento sonoro
milagreras silvestres que florecen sobre las bacanales
/del asfalto.
Hembras de un solo rostro que se animan
a dar el corazón como si nada.
Y apenas las descubres algo crece en tu interior
se llena de sonido, de sentido,
de solidaridad invulnerable.
Hay mujeres que alzan la bandera que otras dejan caer
mujeres pueblo que reivindican la esperanza.
Y si un día se van, se van en lluvia, en lluvia consistente
que guardara nuestra raíz. Su huella
ha de quedar aquí, en este hueco pequeño y arcilloso como queda la fuerza del espíritu en la vasija rota por el
/ tiempo.
Porque nunca sabrán su dinastía, que las bendiga el sol
y lo que dieron: la vida necesaria
inédito

NACER AL OTRO LADO

Los poetas no mueren.
Nacen al otro lado de la vida. En esa dimensión del extravío donde los cuerpos
danzan con liviano equipaje
al son de una verdad llamada sueño.
Los poetas no mueren, se transforman
en aire iluminado
en voz sacrílega
pócima de energía vital que va de boca en boca
refractando bandadas de absoluto.
Los poetas no mueren
se despiden alegremente de sus alas
y sobreviven enamorados de la muerte,
atravesados por una espina de belleza
un desvarío.
Desmesurados que sucumben
de vértigo mortal
de pena rota.
Los poetas no callan, anochecen.
(Cómo morir si apenas se despojan del presente
saltan hacia el futuro convertidos en raíz poderosa
en majestuosa lágrima)
Dicen que va con ellos el amador más célebre
llevado en una ola de mañanas de carnaval
y dicen
que una muchacha de Ipanema
pasa balanceando su hermosura mientras menhinos de Bahía samban
sobre una alfombra de fragantes versos.
Allá se va, con su camisa abierta en arcoiris,
mientras todo Brasil se vuelve pájaro para volar con él
y Dios dice que no, que los poetas
no mueren
amanecen.
Al otro lado de la vida.

ORACIÓN A LA JUSTICIA

Señora de ojos vendados, ten piedad de nosotros.
Líbranos de los que dicen ser humanos
pero comercian con tu espíritu,
de los soberbios y fanáticos
y los ladinos usureros.
Defiéndenos de aquellos que pisotean tu inocencia
y humillan tu dignidad, protégenos
de los racistas cerebrales, los judas fariseos
los políticos que nunca se descalzan.
Líbranos, señora, de los falsos profetas
pasados, presentes y futuros.
Escucha nuestro clamor. Danos la fuerza
para alzar tu estandarte en los desiertos
y no nos dejes caer.
Concédenos la pasión de la entrega.
Ahora, y en la hora de la muerte.
Así sea.
De Juglar

PADRE

Vamos, pues, elevemos esta brasa
que engrandece lo noble de ser hombre.
La que nos dieron, que es la misma siempre
(sólo cambia la mano, el fuego es uno).
En camino de nómades atajos
dejaremos las penas y las furias,
el rebaño del miedo en agonía.
Y quedará la siembra, lo valioso.
Alguien que mucho trajinó se asoma
en nuestra sangre y nos descorre el velo
la oculta dimensión de lo imposible.
Alguien de merecida persistencia.
Ese que no se va. Que ya no parte.
Se queda en el amor mirando al hijo.
De Último nombre

PADRE VALLEJO

a César Vallejo
Y se murió en París con aguacero
bajo una lluvia indiferente y turbia
y siete heraldos negros
velaron como bárbaros Atilas
las entrañas de Circe.
César Vallejo se murió de cholo
de triste, de mendigo.
De pura soledad acribillada
mientras un puñal de orfandad se repartía
su corazón de jueves mutilado.
Si la pena sobrevive a los huesos
hay un dolor que es brasa
voz ardiente de fecunda ceniza.
Allí lo encontrarán quienes lo busquen:
en su cruz de palabras.
Casto hijo del sueño y de la sombra.
Padre Vallejo. El que murió en París.
A pura vida de victoriosa nada.
De Juglar II (inédito)

PEREGRINA DEL AIRE

a mi madre
Enhebrabas con hilo de hechicera la aguja
indestructible
para zurcir romances que escalaban la muerte
y lobos que enfrentaban crueldades humanas. Tu regazo ovillaba castigos y consuelos.
Cantabas. Como nadie.
Con esa voz que nunca repetirá la vida.
Ahuyentabas la fiebre
acorralando al mal con miel de cuentos
porque era verte allí lo que curaba:
al costado del miedo y a los pies de las lágrimas.
Hilandera de sueños
has emigrado hacia el fulgor inabordable
y ahora soy yo la que pronuncia tu nombre
peregrino
intacto como un beso de secreta victoria
que me dice ya es tiempo
de la nueva madeja
y aunque nada de lo vivido se repite
y no existen urdimbres de regreso
hacia tu rueca magistral
inicio
mi ovillo de aprendiz
mi última lana.

PREFACIO

He de luchar pujando con mi sino
para encontrar mi verdadera muerte
y mi pulso real.
Quiero arrancar hacia la luz el rostro
que burla mi ansiedad dentro del pecho.
Quiero mirarlo al fin serenamente.
Sin verg�enza, sin miedo.
Pues sé que toda yo soy una sombra,
el eco de una voz que yace oculta
pero que tiene forma
y que palpita.
Máscara huidiza del fantoche;
complicado andamiaje, laberinto de espejos
empañados.
¡Voy a rasgar la falsa vestidura!
¡Voy a apresar la entraña refulgente!
Desciendo hacia el oscuro pasaje subterráneo
en cuyo fondo late la terrible verdad:
la constructora, desnuda, insobornable.
Voy con el viento de mi sombra en contra.
Pero he de llegar —no importa cuándo—
a ser.

V

Ha bebido la miel y la cicuta.
Ha vengado el dolor. Ha perdonado.
Ha perdido con fe y ha comulgado
con la serenidad y la disputa.
Ha batallado entre la envidia enjuta
y el rencor del silencio vulnerado
(tentaciones que el tiempo nos imputa).
Permanecer en búsqueda es legado
nada fácil. Pasión, furia y nobleza
se disputan su reino de pobreza
la pequeña migaja del instinto.
Hoy que pierde la voz, gana la herida.
Y el corazón en gracia inmerecida,
comienza a merecer su laberinto.
De El Cíclope (inédito)

VIDA DE TODOS

no maldigamos la vida.
Arthur Rimbaud
Nosotros (los que elevan su reino de hojarasca
en la precaria irrealidad del tiempo)
hormigas laboriosas predispuestas al pisotón de la agonía,
filósofos de duelos que denuncian
la religión de lo imposible
reclamamos justicia, pasaporte de todos
en un mundo de muchedumbres en peligro y apotegmas
/fanáticos.
Nosotros, los que ahora negamos la segunda mejilla
procurando embestir la impotencia que nos vuelve deshonra
pedimos una tregua, una señal,
un gesto, ojos de niño
que nos hagan seguir de pie sobre la vida
defendiendo la vida.
Nosotros, alquimistas de ultrajes
que pronuncian
ambiguos acertijos revelados
por una cicatriz de antigua culpa
avanzamos retrocediendo
tropezando de grito en pesadilla
sin indulto posible
con la misión de arder, morir, arder
en continua exaltación de paradoja
que responde al desafío del coraje: ser la voz del desierto. Hasta apagarnos.

XX

Nací en luna menguante, luna de pobre, dicen.
Luna de mala noche y de oscura simiente.
Esa luna que engendra los sueños amputados del lobizón
el hambre de la dura penumbra.
Yo nací con un cuarto de avidez y tres cuartos de soledad
mi signo fue la azada en el surco y el sudor en la siembra
pero elegí mi credo y puse mi semilla en el amor.
El saldo es un océano, una sabrosa vía láctea
hecha con cada fuego que me donó su lumbre
con cada corazón que dio su pólen para que yo me fecundara
/y creo
que esta luna menguante (luna de pobre, dicen)
sólo ha sido el pretexto que me impuso
la libertad para soñarla.