PONSOWY, PAULINA
¡GRACIAS!
Yo te agradezco
que me hayas dado alguien a quien amar.
Alguien capaz de disolver en la gran espera
esos espacios de quietud y silencio
alumbrados por un débil sol.
También esa franja plateada de río
que pretende ser mar en la tarde.
Y dándome a quien amar
me has otorgado la opulencia
del corazón, vastedad de alma
y una secreta fuente,
separada del mundo,
de la que manan la renuncia
a toda envidia, a todo amargo
resabio. Yo te agradezco
el torpe movimiento de mis manos carnales,
la ingenua omnipotencia de las piernas,
la suave piel que florece en mis dedos
y el terciopelo de la mirada
perdiéndose quieta, silenciosa, avaramente,
en el perfil del rostro que se ama.
ADIOSES
Cuando te despides
tu mano se erige
en una minuciosa arquitectura
de dedos, frágiles huesecillos,
movimientos de delicada articulación
que tienden puentes hacia mañana.
Cuando te vas,
el gesto maquinal de una sonrisa
comienza a formular
sus pliegues estratégicos.
Cuando partes,
los ojos enfocan
avaramente esta realidad
y enhebran imágenes
que todo adiós convoca
para crear otro tiempo,
un posible jamás,
un nunca erguido
en la elegancia tambaleante
de hoy. Nos despedimos
con la perfecta estructura de la mano,
con el temblor de una sonrisa,
inaugurando en la mirada
una visión distinta,
alguna otra dimensión
de la ausencia.
De Pocillo de Café
APUNTES DE UNA MUERTE DEMORADA
Otoño consolaba a los enfermos
tristes del corazón
con su lujo dorado.
El silencio de los parques
se hundía con un preciso filo
en nuestro cuerpo fatigado.
Tal vez buscábamos un horizonte cálido
un aroma de té familiar,
el apretón sin compromiso de una mano
que confirmara nuestra interna muerte
secreta y oculta para el mundo.
Buscaba tal vez esa respuesta
para el absurdo juego de la vida.
Y te encontré. Una profunda mirada
arrastrando su desafío por el tiempo.
Eras el corazón de un futuro derrotado,
sin promesas y eras, la música
demorada en los vaivenes de la tarde.
Eras un escozor inaugurado
sobre la piel ahita de su hartazgo.
Eras también esa pregunta
clavándose en las aristas de la carne.
Eras la muerte demorada
bailando en la hojarasca del otoño.
AYERES
Los muros
donde inscriben su adiós suaves glicinas
también son el espejo de tu nombre.
Son puros
los dichosos días, sus voces argentinas,
la ausencia donde crece el hombre.
Maduros,
los pámpanos de lluvia saltarina
salpican con ternura las paredes insomnes.
Y es oscuro
el ámbito donde una voz cansina
repica tu eco entero en algún bronce.
De Letras Argentinas de Hoy 2003, Tomo IV
CIUDAD SIN ALAS
Pese al cielo azul, las nubes del estío
esa pintura vívida de casas, monumentos,
esqueletos de sueños inconclusos
que pueblan la ciudad de mis entrañas,
es una tierra yerma la que habito, es un vasto territorio desolado
en el que claman por la luz y por espacios
siluetas de niños ignorados.
Pese a esta claridad que se derrama
por paredes insomnes y veredas,
trepando lentamente por escalas
que aspiran a alcanzar el firmamento,
mi ciudad de puerto ancho, de dársenas
ladrillo y de pasillos repetidos
como en los sueños se dan los laberintos,
gime por más aire, más alas, más gaviotas…
CLAUSTROS
Nos vivimos enclaustrando
en moles grises de cemento.
En rectas líneas erguidas del vacío
en un aire poblado de amenazas.
Venimos encerrándonos sin pausa
en insidiosas pláticas: palabras
que ascienden sin sentido hacia las nubes,
sonrisas que purgan su procaz pecado.
Ya es hora de gritar: gritar airados
con vómito de estrellas y chubascos,
con estridor de vidrios y compuertas,
con asco de silencios malhabidos.
Es hora de verdades lancinantes,
de despojos calcinándose, finales,
hora de relojes ajustándose
a una realidad que nos devora.
COMO UNA
rueda loca girando en el aire.
Como un aroma perdurable
en la tarde sin viento.
Pero con la certidumbre
de una segura permanencia
en este inventado cielo.
Como un movimiento sin causa,
como una rueda desolada y fantástica,
sin descansar bajo el impulso
de una invisible mano,
dejo la distracción de los jardines
en busca de fragancias,
de colmados recintos
donde girar sin pausa,
yo, rueda loca,
hacia ti.
CUASI SONETO
Una sombra de tiempo, leve bruma,
espejo de azogue desgastado,
esa es la vida: recuerdo de la espuma
en el mar distante y encrespado.
Una polilla dorada que en el viento
pierde su zigzagueante itinerario.
Un aletear travieso y somnoliento
que derriba el verdugo calendario.
Una fugaz espera, un infinito
colmado de pobres alegrías.
Acaso si un jazmín marchito
que alza su plegaria y su elegía
hacia un cielo vestido de grafito
mientras se tiñe de melancolía.
CUASI SONETO – II
Una sombra de tiempo aguda y fina
se clava en el contorno de mis huesos.
En ella caben la lluvia saltarina
y el sonido músico de un beso.
Caben los días y sueños mal gastados
y hasta la savia amarga del olvido.
Me abruman su presencia y el pasado
que irrumpe en el alma con su grito.
Su grito descarnado, su llanto desvaído,
su goteo de herida que no cierra,
su salvaje y tenaz, su adormecido
pesar que cava en esta tierra
su fosa de barro mal cernido,
su tímida trinchera en esta guerra.
DESTIEMPOS
Ya es hora del reposo.
Si tu cabeza fatigada
no toma ejemplo de las estrellas que contempla,
son vanas las palabras,
el libro de bitácora
y esta identificación a la distancia
cuando dejas tu oído
a merced del viento.
Hay una geografía que nos divide,
gente que atenta contra la poesía
resurrecta en esta separación,
en estas nebulosas mamparas
que construyen el destiempo
entre tú y yo.
La paradoja existe. Me empuja
hacia ti con morosa sabiduría
y sólo te alcanza
si te abandonas un instante
al hechizo de la almohada
que el rocío al caer
te ha formado muellemente.
EL TIEMPO – SONETO III
Me esperaba en su lúbrica, paciente
sonrisa de vengador postrero.
De nada me han servido las ardientes
sábanas del ardiente febrero.
De nada me curaron las nacientes
esperanzas que en vano florecieron.
Él me esperaba como siempre, sonriente
en su compás constante y traicionero.
En las esquinas frías del poniente,
en el gorjeo ingenuo del jilguero,
en la promesa de la lumbre caliente y hasta en la puerta del amor primero.
Me esperaba en su lúbrica, paciente
artesanía de audaz sepulturero.
ENUMERACIÓN
Sangre, agua, pesada melodía
tu filtro son mis ojos que atraviesan
la grávida piel del mediodía.
Barro, agua, metal,
materia desprendida
de un cielo insomne y denso
buscando su cauce y su medida:
una gota en el tiempo,
una gracia en el día,
una grieta en el viento.
Sangre, agua, barro, metal
fundiéndose en mi cuerpo
encarnado y mortal.
De Letras Argentinas de Hoy, Tomo IV
MIRA…
Los recintos colmados de humo
se han vaciado lentamente.
Quedamos al final tu imagen, yo
esta ardiente soledad casi sonora,
casi ambulante de tan viva.
Esta ardiente soledad como un incendio
derramándose de pronto por el bosque,
mientras lo único que no consume
ni destruye en su apetito pánico
es tu figura que se sueña pero no aparece, tu voz audible tras las crepitantes
hojarascas de una vana realidad.
Los recintos vacíos de tu forma
se colman con ese extraño duplicado
que modela el recuerdo.
Sillas, mesas desiertas,
torpes gestos de manos
que pretenden despedirse
mientras aferran otras manos
que las condenarán sin tregua.
No estás pero tus ojos buscan
esta callada derrota en que me hundo
después de las infinitas deserciones
a las que el destiempo me somete.
De Letras Argentinas de Hoy 2003, Tomo IV
MIRADAS
Miro mis venas. Por ellas corren
años con un regusto de pérdida,
lluvias, pasos atormentados, tú,
más sangre tú que nadie y derramada.
Pero dentro.
Miro el suelo. Éste que piso
y que vertiginosamente pretende
ignorar que en algún punto
también tu pie comparte
esta insegura solidaridad terrestre.
Miro mi pena. Me detengo en ella
bien nombrada, ya que eres tú
pues nada tengo sino la infinita
limitación de este sufrimiento
que tú traes.
Miro mis venas. Por ellas corren
estos años densos de soledad,
de palabras como cuchillos,
de corazón partido clamando
sólo por morir.
Y al mirarme en tan breves espejismos
nada veo más que desbocada espera:
que tu voz irrumpa en el abismo
al que me arrojan impunemente
ayer, hoy, mañana. Confuso tiempo
devorándose mi oscuro espacio.
OTOÑAL
Qué avidez de resplandores finales,
qué penumbra de persianas entornadas,
de penúltimas palabras siempre nuestras…
Nos despedimos para siempre cada tarde
de un viejo amor que vuelve, de un amor
maduro de renunciamiento y de lloviznas,
de esquinas prolongando las ausencias.
Nos despedimos para siempre, cada tarde
de un viejo amor. Amor que vuelve
ahito de colores, de esmaltes desgastados,
de dolientes lamentaciones otoñales.
La tarde es nuestra amiga.
Convidémosla
para hablarle de un té frío, con la nostalgia,
con el amigo que se muere,
con el final que tememos vanamente.
De Letras Argentinas de Hoy 2003, Tomo IV
POEMA TARDÍO
Tras los cristales
crece el frío de este julio
tan parecido al de otros julios
transcurridos en la burda
comparación del cierzo.
Un invierno y otro invierno
no tienen más igualdad
que cada dedo de la mano
con otros dedos de la misma
mano: cortos, largos,
cordiales o amputados.
Anillos que perdieron
el oro prístino de antaño, manos que olvidaron
la amistosa humedad
de otras manos.
Julios ya disueltos
en la sábana ardiente del verano,
estíos que pulsaron arenas
de algún mar.
Tras los cristales empañados
la noche de julio se prepara
a brindarnos su cierzo.
RITOS
La madre inclinada, arrodillada
casi mirando los días de la infancia
busca los villancicos, las historias
ingenuas que los días
fueron reuniendo para ella
en los estantes familiares.
La madre cumple así
el rito milenario
del hombre hacia algún dios
y desde el dios por el camino
hacia su propio, oculto corazón
tras los títulos vanos, los lomos
hinchados de polvo de sus libros.
La plegaria del hombre que se cumple
sobre las secas rodillas del recuerdo
casi silenciosa, casi humilde.
La madre mira, a través de las cosas,
el irredimible paraíso de la infancia.
SENTIDO
Haber sido creado
tiene un sentido,
súbitamente
en cualquier tarde mal herida.
La paloma desciende
y roza nuestra mano,
la larga duermevela
se despereza entonces.
Aroma de lágrima
bajo este sol acuoso
y pasos vacilantes.
La afirmación de ser
tiene un sentido.
* Nació en Buenos Aires el 19 de enero de 1930.
SOLEDAD
¡Qué hermosa fuente de nostalgias
y de nombres derrotados por el tiempo
traes a nuestra frente fatigada
y el corazón ahito de agitarse en vano…!
¡Qué rigurosa luz la tuya
mientras penetras por los ojos y la piel
como un rayo de cielo enfurecido
para alumbrar los mágicos descansos…!
¡Qué calma breve te acompaña
cuando las evocaciones de antiguos llantos
vuelven a transitarnos suavemente
con un mudo reproche para los olvidos…!
Madre de las tristezas necesarias,
amiga de las horas más henchidas,
hermana de la agonía y de la muerte
¡qué hermosa fuente de nostalgias eres!
TANGO
El que lo dibujó en un pentagrama,
el que le dio pasión y ese coraje
de llorar a la sombra de nocturnos faroles;
el que en la queja de sonidos
lloró a su hermana, cosechó malvones
y un ojal en el pecho
que condecora su amoroso infierno;
el que mareado de perfumes y de mórbida carne
lo tarareó una noche
y ensayó en su garganta
los morosos violines;
el que con ágil pie y mano tentadora
ciñó cinturas y abrazó quebradas,
esos, murieron.
Lo que dura, lo que aniquila el tiempo
es la incesante melodía:
el hombre que la hizo
apenas sueña…
De Letras Argentinas de Hoy 2003, Tomo IV
UNA TAZA DE CAFÉ
Y recuerdo
haberme prendido del asa
de una pequeña taza de café
y haber sentido la fuerza de una garra
en la mano prisionera de la breve curva.
Y todo lo que tenía en el mundo
después de tantos años
de despilfarrada primavera
era una frágil porcelana
aferrándose a mi tacto.
Y una piel —tal vez la mía—
penetrando esa fragilidad,
asiéndose de ella
como de un madero calcinándose
para tener algo entre las manos.
Y recuerdo
que todo lo que tenía en el mundo
era ese minuto abismal;
ese compás de espera hacia la nada,
esa mirada ensombrecida.
Y descubrí
la pequeñísima sombra que arroja
mi orgulloso cuerpo sobre la tierra,
la suave, muelle sensación de ser tan poco,
que durar, siéndolo, dolía.
Y todo lo que recuerdo
es una garra cerrándose
sobre la graciosa curva de un asa:
la de una blanca taza de café.
De Pocillo de Café
VIDA MÁGICA
Te desdoblas en juegos de luces
y de las anchas mangas del recuerdo
sacas el as marcado del amor.
Maga:
te persigue un tropel
de perros cazadores que prestigias
desdibujando huellas por tu bosque.
De desgastadas candilejas surge
tu complicada sombra.
Maga:
te naces de contradictorio espejo
y en la coqueta danza de las despedidas
cedes y resistes ofreciéndome
nada más que el azogado
cuerpo de la luz. Tu forma.
Maga:
Te me mueres de lánguidas tristezas,
mordiendo el blando
corazón de los telones.