POURTALÉ, MICHOU
A ESTA TARDE LA HUYO HACIA MI MONTE….
A esta tarde la huyo hacia mi monte
y me he huido de mí muy tempranito,
sabedora de locura y atropello,
golpetea temible el tamboril, aquí
entre arbolillos ahora me complazco.
¿Soledad, te derramas con un debussy
en preludio por el caudal de la hojarasca? Seguro estarás al alba de lo incierto
cuando yo parta, esa insondable separación,
sé que no podré huir si presurosa
viene, la que me cercará con mirada fija.
Muy arriba sobre mi monte
un párpado cerrado se abre con un guiño
y al instante llega ese pájaro fronterizo
que chifla, clama rendición, despeje.
Pájaro del arbusto más cercano,
si vinieras junto a mi corazón, huésped
si hundieras tu pico en mi misma boca
para juntos aspirar la voluta del aire
final. Ya que tu plumaje vuela y yo,
infeliz de mí no puedo, te ruego
sostenme ceñida a tu volar.
Volada me quiero en torrencial
fuga de pájaros fulminantes,
y no este escarabajo torpe
que con penas pugna hacia lo intangible.
Mi bosquecillo es sólido, umbroso,
límpido su verdor de agua sacia
complaciente me adormece.
ABRIR EL SILENCIO
Abrir el silencio,
corola de agua
dulcifica la herida,
se decanta.
Anhelo de cicatriz
que voy bordando,
cincelando
en el columpio de oro.
Expande un viento de pollera,
en mi almohada me columpio,
alfalfar de marejada
azul en el azul.
ARROJADA DE MÍ BUSCO EL DESPLIEGUE…
Arrojada de mí busco el despliegue
incapaces miembros me encorsetan
y soy vara sin cintura
ni cimbreo como saeta o tallo
giro en el afuera desde adentro
no hay soporte sólo cavidad cárcava
donde voy suelta con el pensamiento.
Una instancia crespa el aire y burla
a mi pequeño visceral navío carcaj
para esta hablante que lo habita
en un tiempo de vuelo vulnerable
y a pesar del ropaje carnal
al que sólo la muerte puede sorprender
persisto incisiva en la búsqueda.
BAJO LA MESA UNA CITA…
Bajo la mesa una cita
entrecruzando idea con pierna
intención descubierta en el zapato
de gamuza el mío
contra un sobrio mocasín
su punta en mi tobillo
de abajo hacia arriba razones
esparcidas sobre tazas y mantel
lúdico el bisbiseo
musitaba señales entre dos
mientras tanto
alargábamos aquel té.
De Hombres en sepia
CALMA
Sobre un taburete llamado límite
apoyé mis isquiones.
(¿un loto en calma?)
Silencio la verdad en el cuenco de mis manos,
alabo en gesto azul a un dios ignoto.
Mirada de agua extraña.
No cambiaría mi mundo por una peonía en
eclosión.
DOS BAJELES A FAVOR DEL LANCE…
Dos bajeles a favor del lance
océano de pasión nuestro tálamo
fue caracola marina
constante arrollar de sábana
su despliegue a vela
danzó mi cadera tu frenesí
sobre la almohada oscilaba al impulso
de remos por brazos en hamaca
quieta órbita amorosa
bahía hizo aguas de moaré
envolvente la colcha labró
desnudos cuerpos coral tallo y copa
mecían su abrazo demorado
en bajamar la madera.
ES LA MILENARIA
es la milenaria
caminante del estero de fuego
ella agiliza el texto
abstrae para sí la nervadura
un ovillo de savia la fecunda
nada calma su sed
nada le aterra más que aquel vacío
del que no sabe nada
la milenaria gime
no recuerda sus vidas
ignorante del paso
y gime
gime
FRUTAL
El pericarpio del fruto palpita
medianamente se lo oye
en su tierno frutal encierro
de pellejo oro.
Dentro de la tarde desvanecemos
mi madre junto a mí las dos
diosas hieráticas hijas de Demeter
jugadas en jugoso juego
de cosechar ciruelas
ritual para buenas mujeres celtas cuyo conjuro es reír al unísono
y disparar pisadas resbalosas
alrededor de un tronco retorcido.
En un gran slam patinamos cesto y ciruelas
¡splash! ¡splash! surge el gorgoteo de la imagen
desde el suelo pusilánimes hormigas
nos ven mientras caminan en fila
con prolijidad de indiecitos sioux
portan su carga de obrera diligente
a merced de nuestras esparteñas
tanto pisoteo desbarajusta la tarea
¡splash! ¡pum! ahora semejan lémures
fuera de sus cuevas trepan unas arriba de otras
el disparatado baile me obsesiona.
Mi madre no se percata de lo que yo veo.
El vestido de rayón de mamá
el mío de tobralco
texturas diferentes de esta foto sin contorno
y el recortado embudo de latón
para alcanzar entre moscas y tábanos felinos
las más gordas y altas ciruelas.
Sabor a ellas en la siesta tarde
de un verano manso la canícula
arrecia entre los fuertes olores
emanación de corral orín y bosta
la tierra se ha tragado huesecillos descarozados
deshechos a puro ciruelo en hojarasca
la tierra me ha de tragar como huesecillo también.
Retorno al compás del presente
de pie el ciruelo huero aspira el aire de lo lejos y hoy
en el atrape ondulante de su tronco
lo irrecuperable está escrito
como juguete de la naturaleza
implantado de por vida. Pienso
un vuelo de calandria fue regalo para mi madre
ella se ha volado como gorrioncito
y ella se vuela entera entre sus frutales
iluminada con un cesto repleto de luciérnagas
muy plata en la mano su embudo
flechando rayos de mil tormentas
de cala la enagua traslúcida ella vuelve
hacia el espejismo difuso del atardecer campero
y yo la sigo con la métrica de mis ojos
de mi niñez austera cándida
dentro de un tarro de mermelada ácida
el contenido pegotea engolosina
y la ciruela sigue aún goteando
gotitas de un raro almíbar oroazul brillan
en las comisuras de la boca
de mi nieta menor.
De Signos tardíos
I
Conociste la patria sobre el anca
del tobiano de mi padre tu marido,
supiste de aguacero y sequía
crédito bancario envidia familiar
no te quitaste de encima lazo alguno
un estribo de ley fue tu puntal. Entre los hilos
del cojinillo devanaste el texto
propio de un arte a dúo, resistir
no cabía otra y resistieron cuando en el verano apabullante
a puro ponchazo de cuero y agua
se sofocaba solita la parva en fuego.
Como malón surero un eco de vihuela
no amainó tu dedal de oro pertinaz.
Calceta, mantel, zurciste un oficio
de ahorro, puro gen bearnés
intenso cada punzón ardía dentro
del revoltijo de tu terrenal alfiletero
y a esta patria más aún quisiste
al bordar en relieve acopladas iniciales
sobre el entramado de tu sábana marital.
II
Desde un eterno oasis enancada
al galope de un moro te lleva
mi padre. Quiméricas ficciones
galopan por el entresijo de un
hito arbolado con luna nueva
parecen dos alabastros plenos de luz.
Al sobrevolar monte y laguna,
quietecita rodaja sobre teja colorada,
la rueda del molino se pone en guardia.
Vaporosas entelequias en los aires
se apean y toman la cabreada mayor
de la casa como palenque.
Con suavidad de gasa color agua,
un algo feérico inasequible
a su alrededor ellos derraman y el recinto hogareño se despierta
para recibir a sus reales dueños.
Respiran al unísono las cosas
y se imantan con el jolgorio vehemente
de los siempre amantes novios.
Parpadean las luces apagadas
relucen los cobres y la madera
fresca la flor del jarrón revive
hay ráfagas mínimas vaguedades
y roces de añoranza en vaho lila.
Sorprendente es el giro de dos alianzas
cuando impregnan pared y travesaño,
y un algo trepa y sube, sube hacia lo alto.
Shhh, nadie se entera.
Y ahora los dos son sonrisa, él
de corralera pampa y rastra,
ella, su rizo con horquilla, la falda al sesgo.
Asombrado, el techo en dos se abre
y rápidamente los celebrantes
del milagro al trotecito parten.
Ya amaneciendo vuelven a su estrella.
De La misma que soy (inédito)
LA GALGA
Galgueando, vieja perra cimarrona,
atravieso los campos del misterio
bajo un conjuro bermellón de sol y luna
y el mordisco a la Cruz del Sur
brillando entre los dientes.
Pampa, paja brava
el cuerpo lacio cortajea,
grito hosco de chajá en su laguna.
No existen alambrados ni tranqueras
ni ranchos que me atajen.
Sí, la llamarada humeante del indio
y de su chusma.
Yanquetruces, Catrieles me acorralan
maloneando destreza en mi combate.
Fortinera plantada
sobre estas leguas de campos tendidos,
herencia de una sangre sin murallas,
en soledad sin agua,
inmenso el techo azul de lo bravío.
LOS QUERIDOS ESFUMADOS
Aquí hay un exceso devastado
donde la palabra no tiene espacio
cavidad del �cómo estás hoy�
ausente
y sabemos de rostros en osarios
queridos esfumados para siempre
tomaron vuelo de semillas
hacia el gran campo yermo
donde sobre terrón nada amanece
sólo una flor de girasol guacho
a la intemperie que es nuestra
voz estridente mientras giran
los fraternos cuerpecitos
con aleteo de membrana prodigan
luces susurros
un viento de tormenta los lleva
alrededor de la noche breve
repechan el inhóspito paraje
de esta muda constelación
mi plena entraña de dolor
pampa despojada de soles
sin rastro de gramilla
ni trazo lila de hierbabuena
llanto de cardo añejo y macachín
en gualda lodazal es mi rencor
colina quebrada perpetua
morada del silencio
donde el corazón se agrieta con llovizna magma de lágrima.
No ha de cesar aún el huracán
que habrá también de desgajarme
en tropel mis amigos me abandonan
concluidas las faenas los afanes
es hora de partir dicen
despedirme ya no quiero
sobre mi hombro intuirte soledad
tu voz lineal llega a toda hora cubre
este lamento por un nombre
sin respuesta
tus velos ciñen el recinto
generan imprecisos los contornos
es tan ínfimo todo nada importa
ilusorios los objetos el grito se desdobla
la imagen en el foco
muerta.
MACERAR UN PUÑADO DE GUINDAS…
Macerar un puñado de guindas
volcado en buena grapa dentro del silencio protegido de la espera,
muy de vez en cuando mirarlo, cada carozo
será un hueso pulido con esmero ebrio
a puro licor de musa batir
en soliloquio simple atolladero
sin aparente importancia el tramado
toma una exacta carnadura, pulpa
de guinda trágica en continua prensa.
Huesecillo embriagador eres el yo poético
el tuyo, el mío, tan blando tan sólido
ni craso ni calcáreo sílaba ósea
requiere nostalgia y un huso de palabras.
Mandala achispada la guinda
cruje a bocajarro y salta sobre papel, voz
febril imaginada por la avidez de una boca
descorcha uno a uno cada hueso
sobre el terruño pardo de tu hoja.
De Damero para un cuerpo
MÁS ALLÁ DEL JARDÍN TERMINA EL CÉSPED…
Más allá del jardín termina el césped,
los menudos pies corren sobre la grava gruesa
de cascotes blancos, alguna lagartija
asustada entre la azulina gramilla escurre
y desde la plantación de gynkos y tilos percibo la fanfarria de un piar junto a ese olor
de hierba acalorada. Los piececitos bajan
por la colina próxima al muelle,
libre de jeans y remera la chica
confiada se zambulle en el pozón del río.
Al instante emerge la cabeza con un braceo,
respiro, braceo elástico ondular perfecto
que se acopla a mi pecho y en la finísima
esfera de esta tarde renazco a una edad
cuando ya nada adolece y es tan simple
el placer de sentirse viva sin concebir
el misterio de las horas, la oscura cadencia
de los hechos, llevar la memoria blanca intacta.
Reconozco ese antiguo celo del agua
modelando sensaciones sobre la piel
desnuda en lo acabado de algún río,
quizá sean mis pies como aletas de sirena
los que avanzan hasta el paroxismo del
deleite entre ritmo y destreza. Mientras,
cerca del barranco de pie
con mi ropa seca, mis chanclos gastados,
rememoro una tarde igual a ésta
hace suficientes años para valorar
ese minuto que tan intensamente palpita.
Un cúmulo de vivencias genuinas
se filtra por ese hilo acuático
trasvasado en la figura de la chica
cuando va, reflotando la corriente,
a tenderse al sol de este final de verano.
Voy hacia lo que menos conocí en mi vida:
/ voy hacia mi cuerpo.
MIENTRAS ESCRIBO ALGUIEN MUERE…
Mientras escribo alguien muere
sobre una cama de hospital
se me va quebrando algo
entre miedo y compasión
tan cercana a esa cama
sábana mortaja al cuerpo cubren
impalpable no hay lino que haga trama
ni costura para el alma en despedida
sólo este verso sabedor de mi muerte
antes que yo muera.
PERTRECHADOS CON BALDES Y PALAS…
Pertrechados con baldes y palas
en batahola
los niños del verano
asoman el sol de sus cabezas
entre los promontorios del viejo golfo
mientras un cangrejo maltratado a golpes
vetusta la caparazón intenta sobrevivir.
Bajo mi sombrilla veo cuando escapa
trepando rocallas dispersas
valvas rojizas parduscas se abren
como bocas queriendo morder.
Por algas y musgo paticorto el cangrejo
desde atrás avanza lento
los ojos mudos entre vericuetos
inverosímil flor huye
bajo la arena a un hueco calmo
oasis donde quisiera ampararme
lejos de tanta realidad.
SE DIRÍA QUE A ESTA CIUDAD…
Se diría que a esta ciudad
tumulto de vanguardia y decadencia
de ampollas grisáceas aristas ocres
se la ve huérfana de amor con desaliento
aglutina estrecheces penuria
diríamos se la quiere como es
en ella lo indescifrable resiste
ante tanta desidia la imagino
como árbol mal podado
que acuchilla el corazón. Luminoso su ayer se prolonga
en afligida caminata
cuando acude un aire de tango
que para abarcar su alma necesita
llevarla sin desquite al horizonte.
En la esquina no hay perfume a rosa antigua
ni olor a zaguán custodiando la manzana
entre rejas la brecha de un balcón
enclava la santarrita en su vaso.
Con esa clase de murmullo
otorgado al muerto que se vela
se interrogan entre sí las azoteas
un cabeceo de antenas, un sonámbulo divague
se esparce entre las calles
diría sin freno todo arde en náusea
aunque un soplo acidulado amaine
sobre la orilla de este río
que en agua de bruma oculta duelo y terror.
SEPIA 11
Desnudo
sin casco, jubón ni espada
lanza su carrera entre matas,
cantos rodados chapotea el júbilo.
Atrás quimera, vaguedades,
añoranza de Castilla y su meseta
sólo basta abandonarse
en esta realidad, visión del río.
El juncal cercano atrapa sus brazadas
conquistadoras de gloria en ciernes
sobre la playuela de arena blanca
un sol admirado quema su pecho entero.
Carcomidas, aguas abajo, las barrancas
áspera cuna su vaivén arrullo
es parloteo de pájaros extraños
manso canto de las humedades.
Al lugarteniente lo sorprenden
confusas boas amarillas, espinos
agudizan el sentido, hendijas de aire
entre raíces, frutos, tronco
de álamo fibroso el cuerpo mece
a sus espaldas un llanto de madre
como ánfora yerma.
Los pies enredan el sutil esmalte
del labrado pez escama plata
en flotante conjuro de lianas
sus ondas le hostigan.
Certero un silbido bronce
clava y un dardo hiere
muy hondo el pecho. Quiebra
el alma
en luz aciaga
agoniza.
Lugarteniente y río,
dos soles, dos lunas
ruedan
hacia el sinuoso vientre del mar.
Sepia 13
En la sala de estar
con el humo de una pipa
invasora la modorra crea
este aire de boceto
para un sillón Chesterfield. El sobado cuero es horma
marchita en años apariencia
deforme de toda forma estuche
para un hombre fósil.
Gruñen sus rodillas
en crepúsculo de cartílago
inerte
la pestaña entinta vahos.
Giro de péndulo
irrumpe la evocación
en suspenso de caoba el reloj
desde una pared
marca la piel con agujas
inclementes.
Tras la bóveda calva
toda idea muere.
UN BALBUCEO DE PISADAS ENGARZA PALABRAS…
Un balbuceo de pisadas engarza palabras
sobre el páramo blanco de la hoja
paso a paso se jalonan guijarros
canto rodado el pensamiento piedrecita
encallada en ningún sitio
su pétrea osatura recorre el cauce
con salida hacia un extraño mar.
Vestigios y trazas cubren de silencio el médano
entre mojones rola mi pensar
desde un lecho de grumos y nácar
extensísimo se abre un borde.
Peregrina caracola permanezco
aún viva en mi asombro.