SALAS, HORACIO
CIERTAS MUJERES PARECEN
IGNORAR A SCHEREZADE
La poesía les resulta menguando presente.
Ovidio
Ciertas mujeres no soportan mucho tiempo a los poetas
los aman como ráfagas
se encienden escolares casi diría románticas
en términos de caza puede afirmarse
que son presa fácil de las balas
porque las hipnotiza el reflector sobre los ojos
(aprender a mirar las azoteas descubrir angelitos
bajo antiguos balcones caminas sin paraguas en la
lluvia
reconocer el ojo secreto de los lamas)
y así por unos días intiman con Neruda escuchan a
Vallejo
pronuncian Paul Eluard dicen Solentiname
Pero de pronto (sin dar explicaciones) la realidad
quiebra el hechizo
y prefieren la lógica concreta a las palabras
a ese feroz amor que pinta soles holandeses
talla al dios de las cosechas en el jade
burila el oro de los tequendamas
y las frases escritas en una servilleta de papel
ramas de cauce de las dedicatorias
pasan rápidamente a los recuerdos
(sádicos muchachos de Bretaña lavan por diversión
a las gaviotas
que se alejan confiadas ignorando que el detergente
las hace sumergibles
y al posarse en aguas de La Mancha
se hunden como el Titanic golpeado por un iceberg
Gengis Khan ordenaba desollar al vencido
y los inquisidores hacían gotear vinagre en las
heridas
para que el sufrimiento perdurara en pobres
campesinas
acusadas de brujas confesas de haber amado al
Diablo
varias noches)
Naturalmente estas mujeres ¿prácticas?
por motivos diversos
desconocen la historia real de Scherezade
a quien sólo las palabras salvaron de la muerte.
ELLA
Ella de cuerpo entero o sólo por fragmentos
ella con las piernas cruzadas sobre una manta roja
cumpliendo el rito mágico de poner un bollito de nailon
debajo de la almohada
con la piel de sus manos más suave que los recién
nacidos
ella mirando el vacío
con el pantalón deshilachado
o rozando mis muslos con sus muslos
ella milímetro a milímetro
ella entre las sábanas
con su cintura en el aire de la casa
con copos de jabón cayendo de los hombros
ella sonriente con un vaso de vino entre los dedos
o su voz a través de los teléfonos
con ese tono apenas perceptible con que dice mi nombre
ella con breve ropa transparente
ella cuando me besa
cuando queda atrapada en una foto
combinando colores en las telas
ella entre mis brazos
debajo de mi cuerpo
durmiéndose en mi hombro
Ella.
EVALUACIÓN
Más que las transparencias en la frente de José
el Carpintero
el brillo del pabilo y los ojos del niño a la luz
de la vela
los pequeños pechos de las adolescentes lacias
y el adiós de sus muslos en la calle
el pájaro gris que apareció una noche en la ventana
picoteando la jaula del canario naranja
la mirada del gato junto al fuego
o unas viejas postales coloreadas que muestran los
Portones
de Palermo
y el tranvía a caballo que cruza por Las Heras
o aquellos discos Nacional con su etiqueta roja
y la voz de Corsini contándome que la pulpera era rubia
y sus ojos celestes reflejaban la gloria del día
o los ajados libros de Van Dine que se parecen a la
felicidad
entre la fiebre
Más que Las Meninas la madrugada de la calle
Balcarce
o La Anunciación de Fra Angélico que desde las
paredes
del Prado
se clava como alfileres de luz en las pupilas
y uno quiere comprar reproducciones para que todo el
mundo
participe de ese conjunto mágico
donde Goya mastica hambriento el cuerpo de sus hijos
Más que los amuletos quechuas de la calle Sagárnaga
(fetos de llama para las nuevas casas
fémures de terracota contra los maleficios
cucharitas de plata puntas de flecha
peces articulados
tapices colorinches tallados en la piedra)
o esa última luz que hace brillar las olas del Atlántico
cuando el viento pulveriza el agua por el aire
Más
mucho más
me gusta contemplarte desnuda por la casa
dejarme hipnotizar
cuando tu ropa cae sobre los muebles.
INVENTARIO DE MIS DÍAS
Como no sé vivir
y ya no encuentro cómodo
llorar cada mañana,
como no sé vivir —insisto-
mientras vivo y desvivo
levanto el inventario de mis días.
Me palpo, me recorro,
con cualquier cosa compruebo mi existencia,
por medio de una voz,
de una sonrisa
o de cualquier mujer,
sé que estoy vivo.
Antes de despedir la madrugada
busco, revuelvo entre los trastos viejos,
y encuentro una palabra,
la desarmo,
le abro su panza de aserrín,
vuelvo a coserla igual que un minucioso cirujano
y escribo mi poesía.
Dando vueltas junto a los minuteros
tropiezo con el mismo ángulo recto
que invade a la mañana la oficina.
Prolijamente saludo a los relojes,
me anticipo a los pájaros ficticios,
digo que sí y que no con la cabeza.
Alargo inútilmente la memoria,
busco números claves con anteojos,
recorro con los dedos el lomo de la tarde,
giro sobre un sillón de cuero con sordina,
sumo porcientos grises, cifras azules y columnas rojas,
escribo sobre libros tremebundos,
pronuncio la palabra biliorato
ochenta y cuatro veces por minuto;
comento un accidente, un crimen, media guerra,
y elogio los dobleces de algún sueño
para arrugarlo luego.
Enarbolo la pipa sobre el labio,
vuelvo a decir que sí de mala gana,
me angustio, resoplo, dramatizo,
a veces nombro a Sartre, a Dios, a Sanfilippo.
Huyo de mí,
me ignoro,
no me quiero.
Después, cuando el cansancio
comienza a recorrerme por la espalda,
saco de los bolsillos mi amor doblado en cuatro,
lo ejerzo tenazmente
y luego con verg�enza lo describo
o tan sólo amontono palabras y las tiro.
Antes de cada noche me apuntalo,
me miro en los espejos,
aliso mi soledad contra la almohada.
Sin que nadie me invite
me meto entre los sueños
o crezco con furia en otros muslos.
A veces también duermo.
O desvarío ante una biblioteca,
ante un poema de Eluard,
ante un Chagall plagiado,
o ante un tango.
Otras veces me siento a la orilla de mis ojos
y me miro asombrado y con espanto.
Me olvidaba,
a veces, también como.
En días de nostalgia
prefiero recordarme
o inventarle memorias a la tarde.
De vez en cuando vuelvo a leerlo a Borges.
Con paciencia repito al acostarme
la delantera de Boca en el cincuenta
o lo escucho a Gardel contra el silencio.
Me desbordo de amigos casi siempre:
ya tengo tantos que nunca alcanza el tiempo
a descifrar sus nombres.
Cuando me quedo solo de espaldas a la noche
enumero los días transcurridos,
vuelvo a la infancia, al olor de los juegos,
converso con mi madre;
Los domingos mi padre sabe todas las respuestas
y todas las historias de aventuras.
Cuando se acaba el juego
evoco a algunos muertos,
voy al cine,
me reflejo en mis ojos preferidos,
aprendo los artículos del Código,
pienso en mi propia muerte
y mientras tanto crezco.
Como no sé vivir,
como no aprendo,
como no me interesan los deberes
ni tampoco me aplico para pasar de grado,
como no sé vivir —insisto-
me conformo con tratar de cambiar,
o simplemente
con inventar la vida
cada día.
* Nació en la ciudad de Buenos Aires el 13 de agosto de 1938.
LAS CASAS
La destrucción comienza en esas casas
que van dejando al aire sus ladrillos,
restos de papel floreado sobre la medianera
y escaleras que no llevarán ya a ninguna parte.
A veces los balcones permanecen como si se resistieran
a dejar los últimos restos de vida de la casa,
como si pretendieran cubrir la decadencia de las puertas
arrumbadas sobre el desnivel de los baldíos,
donde la oxidación se ensaña con las viejas persianas.
Siempre hay una flor que brota como una sombra más
entre las sombras
que aún recorren el olvido de las habitaciones derruidas.
Los impúdicos restos, los dibujos de hollín en las
molduras,
un número de teléfono escondido en un retazo de papel
que burla la intemperie, subsisten todavía,
pero nada podrá salvar las casas.
Las balaustradas que perduran en compactos jarrones
acaso no lleguen a presentir la muerte
que anda rondando las enredaderas,
los últimos jazmines empujados hacia el sur,
las descascaradas flores de mampostería
que atestiguan las transformaciones como una menar
del olvido.
Cada día estrujamos un nuevo fragmento del pasado;
un día los rostros de la antigua ciudad
habrán cambiado su voz,
y comenzarán a hundirse en el silencio de las fotografías.
Los muertos también se habrán llevado su recuerdo.
LAS OTRAS
Hay mujeres para quienes se hicieron las caricias,
para quienes se estiran las puntas de los dedos y se
humedece la boca,
para quienes la voz se agrava, se ahueca, se atenúa.
Mujeres como la de Breton talle de castor entre los
dientes del tigre
mujeres como ésta que quiere que le escriba mi nombre
en el ombligo.
Algunas —curiosamente- están hechas a la medida de
mis manos,
para hacerme cosquillas entre la línea de la vida y la
del corazón.
Para ellas se fabricó la lluvia, las hojas amarillas del
otoño,
el fondo del café, las últimas páginas de un libro, la
ternura,
para ellas existe el desayuno, la piedad de la noche,
las curvas de la oreja, la claridad del día,
y especialmente las yemas de mis dedos.
Las otras no existen,
son las feas.
MAL DE OJO
Tal vez ese jaguar oscuro que se cruza en la estación
Bulnes
y continúa distraídamente riendo como su amiga
el odio de esa muchacha que levantaba el whisky hasta
los párpados
y dejó un gran ramo de rosas y también tu tristeza
la huella o digamos la estela de sus pasos o del Bounty
antes de divisar las islas
sabiendo que eran perseguidos por galeones reales
la timidez detrás de los anteojos oscuros
aquel espejo enmarcado de árboles que ya no habrá de
verte
o las fotografías en pose de los abuelos
mirando El lago de los cisnes desde un palco
clavados en la nuca como si fueran dos balas asesinas
en el cuerpo de un hombre torturado
puñales a milímetros de ese rostro perfecto
el balazo que apaga un cigarrillo
o inundados de lágrimas al descubrir
desde el techo
(y la noche del río era una guitarra pulsada por un
ciego)
o encontrarte de pronto en una calle
con la mirada de los gatos siameses entre los brazos de
las hechiceras
y aun desde un afiche con un dedo meñique entre los
dientes
lo cierto es que de todas formas el virus se introduce en
el cuerpo
se aloja en los pulmones te muerde entre las vértebras
destroza los omóplatos resbala hasta el estómago
Sólo una cuerda roja en la muñeca izquierda
puede servir de antídoto contra los maleficios
Sin embargo
nunca habré de entender que tanto amor
se arroje
así
por la ventana.
MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL
�Se dice que Nietzche, después de haber
roto con Lou Salomé, en una soledad definitiva,
aplastado y exaltado al mismo tiempo
por las perspectivas de esa obra inmensa
que iba a llevar a cabo sin ninguna ayuda,
se paseaba por las noches entre las montañas
que dominan el golfo de Génova y allí
encendía grandes hogueras de hojas y ramas,
que él contemplaba consumirse�.
Albert Camus
Cuando sopla los rescoldos de las primeras luces
sus ojos continúan escondidos —cada vez más
pequeños-
entre bocanadas de humo y ese rayo que penetra oblicuo
-me atrevería a decir que inútilmente- el dormitorio
Con una precisión de geometría euclidiana
la memoria regresa desde habitaciones acolchadas
donde el alcohol repite sus ojeras
porque el océano se ha encargado de inundar las
bodegas
y los caballos locos arrasan los cultivos
tan amorosamente trabajados
y los espectros de las primeras noches se han hecho
familiares
y cambiaría toda una biblioteca por una simple sonrisa
por el roce de su mano en sus manos
por la paz de las tardes de octubre
en la ciudad lejana que ocuparon los tártaros
Pero todo está dicho
y hasta los esqueletos de las catacumbas
parecen los muertitos de azúcar de Querétaro
(apenas una fórmula de tiza
trazos favorecidos del Testut de 1921
¿o era aquella madrugada entre lágrimas y frases
de ternura
capaces de marcar el escudo de una ganadería en
pleno pecho?)
Y teme a esas palabras que caen de los balcones
igual que enredaderas
cuchillos que cuelgan desde el techo como arañas
y poco a poco volverá el fuego a su memoria
al contraluz de una hoja de otoño en la barranca
a una casa abandonada al lado de las vías
a ese ruido de platos y cubiertos que se chocan
mientras el satélite cruza por el cielo
detrás de un farol rojo
donde Liza Minelli y Judy Garland cantan Swannie
una vez
y otra vez
y para siempre.
MATE PASTOR (FRAGMENTOS)
Finalmente
se sabe que
en las permanentes temporadas del celo nocturno
cuando las aves del sexo preparan sus garfios en la
oscuridad
las calles se pueblan de extraños contornos y cualquier
mínimo asomo de calor
la brevedad de una pollera una sonrisa el ritmo de unos
pasos
pueden transformar la habitual tranquilidad de las
conversaciones académicas
y después de triturar los helechos de la corrección
uno busca las orillas de un vestido ajustado para que las
manos sientan
que la libertad es un camino a ras de piel
y que el amor es entre otras cosas una interminable
secuencia
de trivialidades encaminadas al orgasmo
En esa peripecia en esa navegación corsaria a través de
los muslos
uno vuelca en los espejos los pequeños recuerdos las
costumbres del ocio
el sol ensañándose en los cuerpos
sabe sin embargo que nada podrá igualar a los feroces
temporales de la lengua
a los destrozados puertos que noche a noche se aniquilan
transversalmente en una cama
en las proliferaciones del semen en una marca en el
cuello
en las condecoraciones de humedad en las paredes
Entonces uno recorre infinitas habitaciones cuentos que
repite la memoria
y esa mujer que se muerde los labios se adueño del
rostro que jadea en su oído
Nada podrá impedir que un hombre y una mujer se
amen
ni las tribulaciones del cansancio ni la vejez de las
palabras
ni los frecuentes reproches
Los dos conocen de antemano las fatigas que abruman
la piel
los intransitables senderos de las pesadillas
pero como oficiantes de un rito que desafía el rigor de
la temperatura
en las tinieblas o en la precisión de una luz calcando
mapas
ni el hombre ni la mujer pueden vivir separados
y como conocen sus limitaciones tratan de encontrarse
en un silencio
que sólo interrumpen las escasas palabras de un lenguaje
incoherente y secreto
A la distancia
aferrado al cordón umbilical un hombre flota en el
vacío
mientras una lluvia de meteoros colorea los planos del
espacio
y alrededor de Alfa del Centauro dos manos —de
alguna manera hay que llamarlas-
repiten sin saberlo que En las permanentes temporadas
del celo nocturno
el estrépito del sexo —digamos de la vida-
constituye la prioridad primera de las células.
MATE PASTOR (FRAGMENTOS)
Mis ojos andan por los baldíos como un perro perdido
la noche cava a dentelladas las costumbres del sueño
y por Viamonte sube el olor de las coperas de la sombra
puta de la madrugada
Retiro está fuera de foco la Plaza San Martín salió
movida
y la Torre de los Ingleses se hace la ilusión de estar en
Londres
cubierta de neblina y una tenue garúa de primavera
El pobre general verdoso y chorreado de palomas
se entrevera en los planes de un aborto aconseja un
suicidio
se burla de las coronas que los embajadores
le dejan puntualmente como si fueran los lecheros de la
historia
y señala insistente una ventana
La ciudad se deforma frente al Cavanagh
se miente una leyenda absurda se transforma en un
tango
sin embargo Buenos Aires todos quieren dejarte
Buenos Aires loma del diablo, Buenos Aires patria del
mundo,
Buenos Aires ancha y larga y grande
Si estás lejos mejor hay que amarte
porque cuando yo te vuelva a ver
no habrá más penas ni olvido
Y en esa ciudad como en los sueños
hubo una casa donde cabían todos los fantasmas
los rostros del ceibal las flores desparramadas sobre el
patio
una vieja veleta acribillada la música nacida de tus
brazos
y tus ojos escondidos en cualquier vaso de whisky
en medio de columnas dóricas plagio del Partenón
panteón de sueños
donde un enorme muñeco de cemento se cubre con una
púdica hoja de parra
llamando a los oscuros dueños del olvido
a las cursilerías de un bolero de Agustín Lara
a un número cinco cosida con un tiento
mientras todos los Boyé de la tarde
llenaban los celos de mis siete años entibiados por la
misma estufa
que calentó las barbas de mi abuelo
y de todos los que creyeron en la patria la bandera el
escudo
el caballo blanco las indómitas huestes y el águila
guerrera
que audaz se eleva en vueeelo triunfal.
MATE PASTOR (FRAGMENTOS)
Entonces ¿dónde estabas entre qué gentes diciendo qué
palabras?
En esa hora en que los muertos del atardecer
entregan su deforme sexo a las manos de los
adolescentes
yo escribía doblando mi calor en las paredes del salitre
la historia de Carlos Martel que detuvo a las árabes en
Poitiers en el 732
o una simple ecuación de primer grado a+b=c,
x+y=z
la fórmula del ácido sulfúrico las costas de Noruega
y todo era mentira
en las cavernas de la ciudad donde los mendigos
doblegan sus ojos inyectados
en sórdidos rincones
en camastros con piojos
en cobijas hediondas de semen repetido
perdura la nostalgia de otras biografías
el andar de algún guapo detrás del Maldonado
un rumor de nostalgias
un sauzal acallando las notas escapadas de un quilombo
lejano
Buenos Aires Gardel y compañía apiñados sobre los
colectivos
en las orugas de las seis de la tarde
en el olor grisáceo del cansancio
Ahí está Buenos Aires está la vida
una vida que empieza cuando parece que todo ha sido
dicho
y las lianas del amanecer estrujan los últimos recuerdos
y la piel se desintegra en explosiones sordas
en las profundidades de un mar gelatinoso
donde crecen mis ojos y los deslumbrados ojos de los
pájaros
los cuervos cegadores que habitan galerías inundadas
allí donde pese a los rigores del verano
a través de naufragios incesantes comienza la memoria.
MATE PASTOR (FRAGMENTOS)
(Una lluviosa madrugada de julio y un ascensor de luz
intermitente
Una frase de Borges Su ausencia me rodea como cuerda
que abarca una garganta
Un tango de Cobián en el fondo de algún vaso de
whisky
Hoy vas a entrar en mi pasado
En el pasado de mi vida
Qué grande ha sido nuestro amor
Y sin embargo ay mirá lo que quedó
Cascos azules y gases sobre los ventanales
Un hombre una mujer que aúllan de dolor y sin
embargo callan
Las piedras de Palermo descubriendo las sombras y el
silencio
Alguna piadosa mentira ya olvidada
Unas cuantas fotografías en las que apenas nos
reconocemos
junto al mar en el campo en pasados cumpleaños
sonrientes porque tal vez fuimos felices
Las imágenes que conservo —nadie sabe hasta
cuándo- en la memoria
El frío del otoño francés caminar por un cuadro de
Utrillo
Como están los que se mueren los que sufren los que
quieren
Sin comprender por qué razón te quiero
Ni qué castigo de Dios me condenó al horror
Una estéril charla sobre la metáfora Macedonio
Fernández o Discépolo
La angustia y la impotencia que cubren mis insomnios
Tres horas en la morgue junto a un muerto querido
Tu voz empecinada en perseguirme
Aquella mano tímidamente aferrada en un cine
Un conventillo de la calle Aráoz
con dos patios de tierra y una verja con lanzas
Una pila de libros alguno habrá que no leeremos nunca
Teorías sobre la muerte
Trifón Namur Rinkel y Blondie
También Marilyn Monroe
Mis dientes clavándose en tu cuello en tu espalda
El oscuro temor que siempre me produce Adiós Nonino
El cansancio de un ómnibus detenido en la ruta
Una tarde lejana en las escalinatas de la Catedral
Los cazas en picada la plaza las bombas Buenos Aires
Les hablo de mi puesto de comando
Les pido que voten la lista que encabeza
Sentir Cancha Rayada por la sangre
Los hombres que cayeron baleados por la espalda
a la luz de los focos tiñendo la basura
La Penitenciaría estremecida otra vez por las descargas
Se le vio caminando entre fusiles
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Varios años tratando de explicarme de encontrarme
de ver
de conocerme en medio de un espejo de neblina
La voz de León Felipe las palabras perdidas para
siempre
Esa tristeza que pocos me conocen
La sensación de estar rindiendo examen cada tarde
Un viejo cementerio abandonado y el color del Pacífico
Siete gatos fantasmas
El café los amigos
El canto de los pájaros cuando comienza el día
La esquina de Guido y Pueyrredón
El viento que arrasa Mar del Sur
Las grandes olas deformando las piedras
Los relojes que signaron mi infancia
Un hombre destrozado que escapa por las bocas de
tormenta
La cárcel de un amigo
La rendición de Breda Carlos Quinto los dibujos del
Bosco Las Meninas
La rue du chat qui peche oculta junto al Sena
El humo de los tangos en la noche de San Telmo
La voz de una mujer que conocí en un sueño
Los tenaces espectros que me abruman
La sonrisa de un niño con mis ojos
Esa mujer sin nombre en un sórdido cuartucho de
Corrientes
El alba de una playa en Isla Negra
Un mendigo raquítico bajo el sol de Río Hondo
La cara tumefacta de un boxeador vencido agonizante
También las infaltables discusiones dialécticas
los pasos que trajeron la muerte de mi madre
Esa perfecta forma que supo Dios desde el principio
Los nombres y los hombres que aborrezco
Una muchacha que no podré tener entre mis brazos
Saber que La gente es brutal y odia siempre al que
sueña estar seguro
La colección de pipas mis recortes
Ese rostro implacable que choca conmigo en todas partes
Los primeros dibujos de mis hijos
Nuestra primera casa al lado de una iglesia
Las cosas que algún día se rompieron inexplicablemente
no fueron las muchachas
de una dura
y pasos de planeta:
no fue nada ni nadie,
no fue el viento,
Tus lágrimas
Mis lágrimas
Sus lágrimas
La carta de un amigo que me cuenta que en su patio
del Chaco
crecen los filodendros
Tu voz a través de los teléfonos
Esa mujer que se negó a quererme
Los ecos de la calle Reconquista a medianoche
Las hojas arrojadas al canasto
Saber que el tiempo me va cortando el tiempo
y ya no tengo tiempo de nostalgias
porque no somos nada
y finalmente es cierto
El mañana es un grupo
Tras cartón está la muerte.
MATE PASTOR (FRAGMENTOS)
Giro agito mi pequeña cabeza hecha de esponjas
me acurruco en los huecos del silencio
y atravieso la arena del petróleo
y trepo poco a poco por la vejez del agua que cuenta y
registra los latidos
en la orilla los focos invadidos de insectos labran una luz
pálida y rojiza
dibujo crecientes mutaciones y el sigiloso remolino de
las últimas tormentas tropicales
Ahora tengo un nombre y una mano en la frente
me esperan muchas noches de insomnio
los grises crepúsculos del miedo
las altas sombras de la madrugada
los besos estirados los latidos del sexo
los ritos invariables
las invisibles sorpresas de la muerte.
Pero tú no has visto nada en Hiroshima
Cien mil grados de horror en la mañana
los primeros saludos con los ojos de sueño
las letras apenas pronunciadas en la estación más cálida
apura el desayuno papá está muy lejos ha muerto en
Okinawa
cien mil grados de horror sobre la frente de una
caricatura que sonríe
cien mil grados de horror arrojando muñecas por el aire
calcinando los dientes de los niños
las pequeñas preguntas
los huesos coagulados como sombras
con un simple botón a seis mil metros
un simple botón como el que cada noche prende la luz
para mirar tus ojos
tus pestañas desnudas tus piernas entreabiertas
Aquella cuya pierna es juvenil, el torso sin defecto
que siempre se estire de costado sobre el lecho.
Cien mil grados en medio de la calle
castrando rotativas igual que cien mil bombas
La paz al fin de cuentas la venganza
la noche para siempre Volveremos
Cien mil grados de horror para la muerte
La paz por fin la paz al fin de cuentas
Mi madre es muy buena
Mi madre me quiere
Mi madre me cuida
Yo adoro a mi madre querida
Yo adoro a mi padre también
Ninguno me quiere en la vida
como ellos me saben querer
Hay una mujer que tiene algo de Dios
y está perdida en Hiroshima recogiendo cenizas
el viento de sus hijos la destrucción del mundo
La paz al fin de cuentas
Dios Nuestro Señor es el ser infinitamente perfecto
¿Y eran todos malos Papá
los jardines los ojos almendrados los cerezos las noches
desveladas las sonrisas los muertos?
Un simple botón a seis mil metros
Si eres linda de cara acuéstate de espaldas
sencillamente mientras Charles Aznavour susurra
Venecia sin ti.
POEMAS PARA UNA AUSENCIA
III
Uno le gana días a la muerte,
se asfixia de esperanzas,
suma y sigue;
camina repleto de proyectos,
escalona la luz,
traba la escarcha;
se divorcia del sol,
recorre sueños,
le hace un lugar angosto a la nostalgia.
Y un día cualquiera
la soledad
de un solo golpe lo desarma.
Entonces uno sabe de repente
que al fin nos va a ganar.
Que nunca pierde.
POR CAUSAS AÚN NO DETERMINADAS
EN MI FAMILIA LOS SUEÑOS
SUELEN SER PREMONITORIOS
En caso de ceñirme a la más estricta realidad
podría escribir antropología onírica deseos reprimidos
influencias de Drácula
aunque una vieja curandera en Cutral-Có diría con más
simpleza
�de la abundancia del corazón habla la boca�
(saturación de clásicos
camas mullidas de las Mil y Una Noches
hoteles frente a la Recoleta
tormentas del Pacífico Sur
ventanales golpeados por la arena
o la semipenumbra con fondos de Los Panchos)
Pocas horas de sueño y el débil gas
que sólo entibia el agua de este invierno
no fueron suficientes para hacerme olvidar
que anoche —a pesar del neblinoso decorado-
te estrujé entre mis brazos
te mastiqué apenas a un centímetro de las venas del
cuello
(y no me molestaba para nada que me hicieras sangrar
la espalda
entre jadeos
jadeos que pensándolo bien
pudieron llegar a despertarme)
luego puse a cocer trozos muy elegidos de tu cuerpo
en una brochette clavada cerquita de la hoguera
que encendí para vengar la Vuelta de Obligado
(donde la culpa dicen fue la protagonista decisiva)
y entonces con fruición sinceramente erótica
te comí a pedacitos
Por eso me sorprendió confieso
que esta mañana
pudieras saludarme como todos los días.
REMEDIOS LA BELLA
“Remedios, la bella, soltaba un hálito de
perturbación, una ráfaga de tormento,
que seguía siendo perceptible varias
horas después que ella había pasado”.
Gabriel García Márquez
Los poemas se pueden iniciar de muchas formas es
cierto
pero para hacerlo de algún modo
digamos que en ciertos días en que las paredes parecen
menos resquebrajadas
y uno siente el sol como fragmentos de luz
en esos días -pocos muy pocos reconozcámoslo-
en esos instantes en que la máquina se torna más liviana
y las palabras comienzan a agolparse libremente
cuando uno deja la tristeza escondida en un diario
oculta en los roperos o la guarda prolija en el bolsillo
para usarla más tarde lo más tarde posible
en esos días digo y hoy es uno de ellos
podría iniciar un poema diciendo
como en las perfumadas cartas de las bisabuelas
“toda mi vida se justifica sólo por haberla conocido”
pero para la gente de hoy naturalmente más racionalista
procederé a aclarar que como dirían las revistas
especializadas
ella se mueve con pasos de felino
tiene los ojos a toda hora en su cara y con ellos me mira
y me dice también todo su amor repite largas jornadas
de cariño
me interroga me observa cuando duermo e intenta
descubrir mis pensamientos
y casi siempre lo logra
también he de explicar que puedo estarme horas en su
cuello
que acostumbro a dibujarles soles y flechitas en el cuerpo
y olvidarme sus manos en mi espalda
o llevármelas a caminar por la ciudad así sin darme
cuenta por supuesto
si hablara de sus piernas les diría
que guardan marcas reconocibles tal vez por mi dentista
que a veces se enfundan en breves pantalones
y que tienen la curiosa costumbre de pegarse a mis
muslos
podría agregar otros detalles íntimos: su aliento entre
mis ojos
minucias de su pelo la exacta geografía de su espalda
ciertas palabras dichas a media voz sobre la almohada
sin olvidarme claro de esa sonrisa adolescente
que me produce oleadas de tristeza cuando no estoy
con ella
o cuando me veo obligado a separarme en mitad de la
noche
nada diré en cambio de su voz porque la máquina ya
apenas me responde
-sería muy largo de contar supongo-
y en ese mismo instante ella personalmente me ha
rozado ha arreglado un florero
y créanme prefiero abandonarlos y besarla.
Y CHAU BUENOS AIRES
A más de diez mil metros sobre el agua
en el momento justo en que dos ojos verdes
me ofrecen una toalla perfumada
y no puedo concentrarme en la lectura
porque cinco muchachas argentinas suponen
-sin conocer a Hemingway es claro-
que París es de verdad una fiesta a toda hora
no pienso en la sonrisa
o en esa última foto en Medellín
(parece mentira que con miedo)
no recuerdo la camisa rayada la guitarra
y las nubes de las calcomanías
ni siquiera su voz
Volando en sentido inverso a Magallanes
se han mezclado los cables
en un cortocircuito con chispazos celestes
y desde las Barrancas de Belgrano
sube el olor a enero y los colores de otoño entre los
árboles
y en lugar de Gardel es Fiorentino quien canta por lo
bajo
y me pregunto cómo le explico a esta azafata portuguesa
que Gardel se murió en el treinta y cinco
que yo no había nacido todavía
y que sin embargo hoy cuando dejo la Argentina
sobre el asiento de este Boeing
que hace escalas en Río y en Lisboa
a mí se me entrevera con otras pertenencias
(los puntos amarillos en los ojos de una mujer
querida
los rostros del amor cuando escribía poemas en
la almohada
los soles que dibujé en su cuerpo
las palabras de un misterioso idioma adolescente
algunos sueños que aún pueden justificar la vida
una ausencia que duele en todo el cuerpo
esa mirada triste de mis hijos
cuando me despidieron en Ezeiza
una tormenta eléctrica sobre la Recoleta
cubriendo de relámpagos el alcohol y la noche
una líneas de Borges que emocionan
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.
el humo de los tangos en San Telmo
y ese rostro implacable
que choca conmigo en todas partes)
Cómo podría explicarle a esta rubia muchacha
portuguesa
sin tenerla en los brazos sin amarla
-tan cerca como estamos de este cielo
al que le han desordenado las estrellas-
que Gardel hoy son todos mis recuerdos
y que yo soy Gardel
y no me he muerto.