SOBRÓN, LUIS MARÍA
ALGÚN DÍA

Algún día
los pájaros de mi rostro
iluminarán caminos,
recorrerán en giros alucinantes
los misterios evaporados de mi memoria,
marcarán el tiempo de mis meditaciones
y la síntesis milagrosa del silencio,
definirán el ocaso de mi existencia.
Los ojos de la eternidad,
con sus pupilas brillantes
y sus ojeras de máscaras,
juzgarán si merezco renacer
para explicar
que fui el hombre
en otros hombres,
y que en esa tarea
los pedazos que me componían
los perdí
y se fueron disolviendo
por la sal de mis lágrimas.

ALTO TRIGO

Alto trigo
de las madrugadas
a la sombra de Dios
ignoran la raíz de la tierra.
Ojos olvidados por el sol
añoran la edad
de la fruta y el verano.

Pájaros perplejos
en cabalgaduras de ocio
murmuran amaneceres de éxtasis.

Amantes del estío
abren sus pechos al viento
sin advertir
que de barro soplado
es el silencio del hombre

(De Máscaras sin rostro, 1996)

CABELLERAS DE TILOS

Cabelleras de tilos
enmarañadas en la pared
que es castillo impuso.

No se puede sufrir
la congoja del otoño
sin la memoria vivida.

Ahora queda la meditación.

Fugaz realidad
que se aproxima al sentimiento.

CAMINERO

Yo caminero
comienzo a creer que el cielo me pertenece
y que las manos del tiempo juegan con mi rostro,
que mis ojos abiertos no tienen más memoria
porque yo no necesito más memoria para existir,
porque yo no necesito aquello que me fue escamoteado
para vivir.
Tal vez
la mansa tersura de la voz,
que en el día de las flores negras y celestes
penetró en el sortilegio íntimo de las cosas jugadas,
reclamó presencia de pétalos amanecido
y dijo adiós.
No sé si los presagios o las vivencias
ayudan a desarmar
lo que hoy no es nada más que nada,
o si aquello que tiene mala forma
es una plegaria de pulmones contrahechos
sin límites ni distancias,
o es quizás
el mágico tiempo que nos crece
como el hombre que llevamos como cargamento,
o es la eternidad,
voz quebrada en la garganta de la noche
sin abecedarios.
Las agujas del sol
clavaron mis retinas en un juego sagrado
y los colores del invento
que recreaban ante mí sus desnudos cuerpos
hacían rompecabezas de una historia inédita.
Las agujas del sol
enhebraron la sal de mi rostro caminero,
los huesos de mi hombre historia
quedaron desnudos,
sin tiempo de puertos,
sin tiempo de esperanzas
quedaron quietos.

CÓDIGOS DEL AMOR ANTIGUO

Códigos del amor antiguo
descifrarán blancos territorios
en la arena, desde acantilados
derruidos por rompientes.

El amarillo océano
fundido en plomos de la aurora
estallará en ausencias
para fertilizar la sequedad del alma.

Tendrá vida el callejón umbroso
para alertar el ave circular del Universo
que las flores nacidas del crepúsculo
viven sin temor de ser amadas.

CUANDO DESCUBRI LA VERDAD

Cuando descubrí la verdad
era piedra.
Partí su corazón.
Quedaron dos mitades.

DESDE LA CÚPULA CENTRAL DEL UNIVERSO

Desde la cúpula central del Universo
el hombre convoca
al pensamiento.

Brazos abiertos
a la granada de la aurora
tejen redes a mariposas ocultas
en la soledad del silabario.

El rostro asombrado
por la culpa
libera a vientres sometidos
en probetas de silencio.

El profético reloj no renuncia
a elevar sus ojos al cielo sublevado.

Calvario de pies desnudos
develan códices secretos
por la voraz trasgresión al verbo.

Sangre que el sol
perdió en su agonía
para seducir al poeta.

EL AMOR ENCENDIÓ TU VIENTRE

El amor encendió tu vientre
gruta sin luz
laberinto de éxtasis.

Final de la vigilia en tulipanes y amapolas
de mimetizadas sierpes.

El otro tiempo
el de aquel amor evadido del rostro,
el verdadero,
el que busca lo propio,
se extravió en lagos de lujuria.

Fugó sin vestiduras
por campos de cardos florecidos.

Mutiló sus alas de cóndor
en la acrópolis del verbo.

EL MAR

El mar.
Siempre el mar.

Por la sonda que registra
la sístole y la diástole
de su pecho enardecido.

Como águila que disputa
su propiedad al universo.

Irisado por manos de sol
en su torso de invisible clepsidras,
de antiguos rugidos,
de milagrosas alquimias.

Ante mis ojos lo tengo.
No puedo seducirlo.
Cautivo el horizonte
abre su vientre de ballena.

Solamente Dios es su competencia.

EL TIEMPO

El tiempo,
tu tiempo,
nuestro tiempo
el tiempo de las constelaciones
y de los espacios sagrados
el tiempo del color inventado en la búsqueda
el tiempo de las cosas que no alcanzaron su tiempo
el tiempo del compromiso eterno
con el tiempo de las eternidades
el tiempo de nosotros olvidados en el tiempo
el tiempo de las amapolas y de las nalgas rosadas
con olor a tiempo
el tiempo de las ostras, de las sales y de los vientos
en la magia vital de nuestro tiempo,
tu tiempo,
mi tiempo.

(De “Yo caminero”, 1975)

EN LA CEREMONIA DEL CREPÚSCULO

En la ceremonia del crepúsculo
albatros de ojos azules
trazan parábolas de fuego
detrás de la montaña.

Curvas indomables
desafían la arena roja
en partidos labios de mareas.

Fugacidad del asombro.

Animal del deseo.

ESTA VEZ ES CIERTO

Esta vez es cierto.
La luz del vagabundo fugó de su retina
para mirarte por dentro.

Túnica que no alumbra
porque el viento develó su secreto.

Con pupilas de asombro interrogo a sus vísceras,
advirtió la fuerza del diluvio,
realidad de la certeza.

Paciente prestidigitador de edades
levitó al ave del augurio,
redujo el instante natural de la cábala.

El rio felino deslizó rumores de ágora
en colinas incendiadas por el alba.

La luz del vagabundo,
tregua sin sosiego,
interrogó a cortesanos libertinos.

Penetró la ciénaga de cristal.

Quedó solo.

(De La ciénaga de cristal, 1998)

FIEL A LA PÉRTIGA DEL TIEMPO

Fiel a la pértiga del tiempo.

De pie frente a su tumba.

De espalda a las deidades.

Impredecible al pensamiento:
la estatua del hombre.

Azar no advertido
en su plaza
de jardines y de voces.

Sonrió a su alma.

Quimeras en su rostro.

HAY EN LA TIERRA UN DUELO PERMANENTE

Hay en la tierra un duelo permanente
de los hombres con las cosas.
Víspera del riesgo.
Estocadas de muerte.

Descubrimiento del hombre.

Verdad del duelo.

(De Salmo de cenizas, 1993)

HAY ESPEJOS

Hay espejos
en la torre
del pensamiento.

*
Si te digo gloria
Víveme.
Si te digo vida
Gózame.
Si te digo muerte
Llámame.

*
Cuando descubrí la verdad
era piedra.
Partí su corazón.
Quedaron dos mitades.

LA CULPA NO LA TIENEN

La culpa no la tienen
las nodrizas que amamantaron mártires.

La culpa es de los guerreros
que violaron vientres
para gestar esclavos.

(De Poemas de la vida y la palabra, 1990)

MAGNOLIA ENMUDECIDA

Magnolia enmudecida
en estertores del atajo
nada la conmueve;
un hálito ausculta su agonía
en el ojo cóncavo del tiempo.

Cautivada por calendarios solares
encendió pasos de estaciones,
maduró sus últimos destellos
en el rojo de la víspera.

Irredenta imagen
descubierta por el insomnio del cuervo
en el estuario de la noche.

(De El alma en el espejo, 2000)

ME ILUMINASTE EN EL FERVOR DEL PENSAMIENTO

Me iluminaste en el fervor del pensamiento.
Recóndito peligro que el laberinto encierra.

Luciérnaga acostada. Corazón incierto.

Suma ritual de territorios.

Nacida invención en las grietas del silencio.

NO MADURÓ LA SANGRE

No maduró la sangre
en el lienzo de tu voz
hojas incendiadas.

Ciénaga del amor agreste,
palabra cautiva
espía del espejo.

Gaviota salvaje
de elipses planetarias.

Meditación del árbol.

Silencio de su sombra.

NO QUIERO RECORDAR…

No quiero recordar tus besos
despidiendo barcos
en el acuario de nuestros pensamientos,
ni tampoco el suspiro amapola de las madrugadas
con párpados fatigados
y manos abiertas al adiós;
no quiero recordar tu nacimiento de ángel
cuando las manos del alba
grabaron mis palabras
en la redondez del mundo que creabas,
palabras balbuceadas con temblor temprano
y mejillas de dolor,
no quiero recordar
el silencio de los pájaros
que no muerden más
las rosadas nubes de mi memoria,
porque el mundo,
nuestro mundo
nos fue escamoteado.

* Nació en Nogoyá, provincia de Entre Ríos, en 1931.

NO SE RAZONA EL TIEMPO

No se razona el tiempo;
el Ser penetra
corazas invisibles.

Hermético a los hombres
despierta la inquietud en senderos
que lo habitan.

De lo absoluto,
nace el prisma del rubí
que la ciénaga del destierro hechiza.

No se razona el tiempo.

La muerte es el orgasmo final
de todo lo creado.

PRESIENTO VOCES QUE CENSURAN

Presiento voces que censuran
al corazón violado por demiurgos,
voces que censuran
ritmos de timbales,
voces que censuran al mar
que nace con navíos,
voces que censuran
luminiscentes enigmas
desde el dolor de la palabra.
Presiento el cáliz de tu barro,
escultura en llamas
que ilumina quimeras
del camino al habla.

REVELASTE A MIS OJOS

Revelaste a mis ojos
la visión del náufrago.

Escondite de sudarios
en noches de intrigas
y de cábalas.

Respira la tierra
sus huesos de heredad baldía.

Sonoridad boca a boca.

Enmudece el símbolo.

Diamante de la aurora.

SI TE DIGO GLORIA

Si te digo gloria
Víveme.
Si te digo vida
Gózame
Si te digo muerte
Llámame.

SORPRENDER EL OLOR DE LA TARDE

Sorprender el olor de la tarde
en un portal de tilos descreídos,
como si la mano ausente del reposo
ignorara barcas de peces laminados
en la cruz del nacimiento de la noche

Sorprender el clamor de pastores
en un vitral estremecido de arlequines,
como si la fragilidad del pensamiento
fugara por la sed de la guadaña.

Sorprender la traición
del cordero y la paloma
para dejar en fuego vivo
la capacidad de asombro.

TEAS LUMINOSAS

Teas luminosas
en carruajes de viejos adoquines.

Palpitando incendio del amor tardío.

Resurrección de tulipanes y amapolas
en destellos del mar iluminado.

Calcinado graznido de la arena.

Descubrimiento de tu nombre
en pechos de sándalo salvaje.

UN HOMBRE CON PISADAS EN EL ROSTRO

Un hombre con pisadas en el rostro
desafío la muerte.
Arrojó el tridente y su máscara de hastío
y trazó en la tierra un límite.

Ya nada lo conmueve.

Las ceremonias dejaron de habitarlo.

De su ser plural recogió su fruto
sin revelar la intensidad del tiempo.

Es el hombre de pétalos y esquirlas
que nace nuevamente al pensamiento.

YA NO ESTÁN

Ya no están
los candelabros de plata florentina
que descubrieron tu imagen
en la memoria del espejo.

Revelaste ocultas cicatrices
de confesión tardía;
abrazaste ánforas de cobre
suspendidas del incienso.

Silenciosa rival
de invisibles telarañas,
extrajiste del desván
la guadaña mortal del sentimiento.